Theresa Zabell Lucas

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

Theresa Zabell Lucas
Olímpica

Theresa
Zabell

Málaga

Theresa Zabell Lucas

22.05.1965

Ipswich (Reino Unido)

2
Juegos OlímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1992 Barcelona (España)VelaFemenina470
Medalla de oro
1996 Atlanta (EE.UU.)VelaFemenina470
Medalla de oro


Biografía de Theresa Zabell Lucas

Ser la única deportista española en haber revalidado un título olímpico es suficiente aserto para calificar meridianamente de leyenda a esta malagueña cuya trayectoria en la vela olímpica le hizo ganarse el apodo de Reina de los Mares, además del afecto y reconocimiento de todo el país y de su comunidad de adopción, Andalucía, donde comparte con los cordobeses Felipe Reyes y Rafael Lozano el honor de ser los únicos dobles medallistas olímpicos de la historia.

De padres británicos, Gerald y Sheyla, nació el 22 de mayo de 1965 en Ipswich (Reino Unido), pero a los pocos meses de nacer la familia decidió establecerse en España, país del que el matrimonio había quedado prendado en su luna de miel. Así, sus padres, su hermana mayor y Theresa marcharon desde Inglaterra a las Canarias en barco y en Tenerife vivieron casi dos años hasta que, al cumplir nuestra protagonista esa edad, se instalaron definitivamente en la Costa del Sol –donde ya nacería el resto de los hermanos de Theresa (son seis)–, primero en Fuengirola y años más tarde en el malagueño barrio de Pedregalejo.

Por tanto, la formación personal y académica realizada entre Fuengirola y Málaga, la adquisición de la nacionalidad española al llegar a la primera localidad y su formación deportiva en Málaga, concretamente en el Real Club Mediterráneo, al que siempre ha pertenecido, le otorgan a Theresa Zabell la plena condición de andaluza.

Tal formación académica empezó a hacerla en el Colegio San Francisco de Asís, en Mijas, donde ya mostró aptitudes para montar en bicicleta, correr y jugar al baloncesto, inspirada por su profesor de Educación Física, don Lucas. El contacto con la vela le llegó en 1975 a través de un curso de iniciación para niños impartido por el recién inaugurado Club Náutico de Fuengirola, si bien su experiencia a bordo de aquel optimist fue poco agradable y la navegación quedó apartada un tiempo.

En el siguiente verano (1976) sucedió un momento importante en la vida de Theresa cual fue el descubrimiento del Olimpismo viendo a través de la televisión los Juegos de Montreal durante las vacaciones en Inglaterra. Como ella recuerda, “quedé enganchada a la competición, sobre todo al atletismo, y empecé a soñar con que un día quería estar dentro de la tele, viviendo en persona todo aquello. Como no había empezado a navegar todavía, me imaginaba corriendo por la pista en chándal, calentando antes de la competición y desfilando. Incluso en mis sueños más atrevidos subía al podio a recoger la medalla. Un sueño que me acompañó mucho tiempo hasta que se hizo realidad”.

Obstinada y tenaz como ella se reconoce, aquel sueño lo mantuvo latente y le dio estímulo en todo el proceso de aprendizaje real de la vela que comenzó en 1979, cuando, ya instalada la familia en Málaga y adscrita al RC Mediterráneo, unas amigas y el comodoro del club la convencieron para retomar los cursos. Dicho y hecho, empezó a navegar en la clase europa y ya esa temporada debutó en competición nacional –12.ª en el campeonato de España– e internacional, en Holanda, siendo el comienzo de una singladura exitosa en esta embarcación, no en vano se proclamaría tres veces campeona de España y campeona del mundo en septiembre de 1985, en La Rochelle (Francia), para orgullo de uno de sus principales valedores, su abuelo. Todo ello compatibilizando estudios, trabajos y entrenamientos.

No obstante, el futuro de la malagueña estaría en la clase 470, la elegida por el Comité Olímpico Internacional para ser la primera prueba de vela exclusivamente femenina –no mixta– en unos Juegos Olímpicos, un debut que se produciría en Seúl 1988, aunque bien es cierto que en las Olimpiadas de 1992 también se iba a incluir a la clase europa. Pero nuestra biografiada no tenía tiempo que perder y su objetivo era ser olímpica ya en Corea, de forma que con 21 años principió a navegar en el 470 –un barco biplaza a diferencia del europa, monoplaza– y a competir internacionalmente en los campeonatos del mundo y Europa de 1986 en compañía de Viviane Mainemare. Pese a ello, en diciembre de 1986 dispuso marcharse a la Residencia Blume de Barcelona en busca de mejores medios y mayor competencia para fortalecer su carrera deportiva, decisión que no fue ni mucho menos aplaudida en su entorno deportivo en Málaga.

Los primeros indicios del acierto de todas sus decisiones –y de su talento para vencer las olas y leer el viento como patrona del bote– fueron las prestaciones obtenidas en el verano de 1987 cuando, en compañía de la nueva tripulante, Sara Yllera, consiguió ser consecutivamente la mejor española en los tres grandes campeonatos programados: 4.ª en el Campeonato del Mundo Femenino de Porto Carras (Grecia) –organizado por la IYRU (actual ISAF) para tres clases–, 20.ª en el Mundial específico de la clase 470, en Kiel (Alemania Federal), y 4.ª en el Europeo de Lysekil (Suecia).

En 1988, Zabell e Yllera volvieron a ser la mejor tripulación española en el Campeonato de Europa de Saint-Pierre-Quiberon (Francia) aupándose a la 6.ª plaza, de nuevo por delante de Adelina González y Patricia Guerra, pero finalmente el responsable técnico de la federación española, Jesús Turró, decidió que estas acudieran a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. La decepción fue tan profunda que Theresa Zabell decidió marcharse a Londres a estudiar informática y olvidar temporalmente la vela.

Tras un año de retiro inglés, los ánimos de su familia, los nuevos recursos que gracias al Plan ADO estaban llegando al deporte español y la oferta del entrenador nacional y responsable específico del 470 femenino, el belga Paul Maes, de asociarla con la tripulante olímpica Patricia Guerra fueron motivos suficientes para que la malagueña regresase a España y volviese a navegar, aunque con el convencimiento de que, para evitar sorpresas de última hora en la asignación de las plazas olímpicas que España poseía de oficio para Barcelona 1992, en los cuatro años previos a estas Olimpiadas “debía arrasar” para no dar lugar a dudas.

Así fue. Empezando con el triunfo en la Regata de Navidad (Christmas Race) de Palma en su regreso a la competición (diciembre de 1989), la andaluza escribió un palmarés rutilante a base de triunfos estatales –campeona de España en 1990 y 1991 y vencedora de la Copa de España en 1991 y 1992– e internacionales –campeona de Europa en 1991 y 1992 y del mundo en 1992– que le llevaron a un indiscutible primer puesto en el ranking internacional antes de los Juegos, que, esta vez sí, fueron los Juegos que había imaginado siendo una niña.

“Barcelona 92 fueron unas Olimpiadas muy especiales. Magníficas, muy bien organizadas y un motivo de orgullo para los españoles. Nos colocó en el mapa. Para los deportistas fue aún más. Ir a unos Juegos y que coincide que es en tu país es la carambola y a mí me tocó esa carambola. Además, en mi caso gané una medalla en mi propio país, ante los míos y eso es algo por lo que me siento muy afortunada”.

Zabell y Guerra eran las favoritas después de haber conquistado el oro continental y mundial. Sin embargo, las cosas se tornaron difíciles desde el primer día cuando fueron descalificadas al considerar los jueces que habían salido antes de tiempo. Pese a esta presión añadida, las españolas se rehicieron ganando la cuarta y la sexta regatas y el 3 de agosto subieron a lo más alto del podio como campeonas olímpicas luego de haber sumado 29,7 puntos netos en las siete regatas disputadas, siete menos que las segundas, las neozelandesas Leslie Egnot y Jan Shearer, y once por debajo de las americanas Jennifer Isler y Pamela Healy, medalla de bronce.

Amén del imborrable aroma del triunfo, Theresa enfatiza las sensaciones vividas aquellos días: “Todo era nuevo, incluso para los que ya éramos campeones de Europa o del mundo el escenario era totalmente diferente. Teníamos unos sentimientos especiales. Todos los que estábamos allí éramos conscientes de que aquello no se repetiría jamás en nuestras vidas deportivas y vivimos cada momento con intensidad. Los de vela fuimos, además, más privilegiados incluso ya que la Villa Olímpica estaba al lado del puerto y para entrenar íbamos andando desde los apartamentos”.

Tras la primera experiencia olímpica, la malagueña continuó con su exclusiva dedicación al entrenamiento y la competición, esta vez con el importante apoyo de Manuel López Camacho, posteriormente su marido, quien le ayudó a crear su propio equipo, el Tezeta, contando con patrocinios públicos y privados. También hay que destacar que tras la exitosa temporada de 1993 –subcampeona del mundo, medalla de oro en los Juegos Mediterráneos de Languedoc-Rosellón y campeona de España– la inminente retirada de la grancanaria Patricia Guerra de la alta competición a la conclusión 1994 le obligó a adelantarse a los acontecimientos y cambiar de tripulante, emprendiendo una nueva etapa con la barcelonesa Begoña Vía-Dufresne a su lado. Con ella, venció en todos los campeonatos de España (1994, 1995 y 1996), fue campeona de Europa (1994), triple campeona del mundo (1994, 1995 y 1996), número uno del ranking mundial de 1994 y 1996 y elegida por la federación internacional como la mejor regatista del mundo del año 1995. Indiscutiblemente, Theresa Zabell se había ganado a pulso la clasificación para Atlanta 1996.

Aquellos fueron unos Juegos “algo descafeinados, celebrados en una ciudad –Savannah– sin tradición de vela, sin ese ambiente de las grandes concentraciones de nuestro deporte. Debido a la distancia con la capital del estado no llegué a pisar Atlanta ni pude asistir a la ceremonia de inauguración. Además, la organización llevó a cabo un pequeño acto de apertura, pero en mitad del mismo empezó a caer una tremenda manta de agua que obligó a la suspensión”.

Con once regatas en esta ocasión y mayor inscripción –22 barcos, por los 17 participantes en Barcelona–, Zabell y Vía-Dufresne reinaron en las aguas de Georgia al imponerse en tres fracciones (sexta, décima y undécima), lo que les otorgó un formidable triunfo con 25 puntos, once menos que las japonesas Yumiko Shige y Alicia Kinoshita –medalla de plata–, y trece menos que las ucranianas Ruslana Taran y Olena Pakholchik, terceras.

Theresa, con dos oros olímpicos, estaba en la cúspide de su carrera deportiva y en pleno apogeo decidió tomarse un año sabático para ser madre por primera vez. Tras el nacimiento de su hija Olimpia en 1997, regresó a la competición en agosto de 1997 –Campeonato de España– con la catalana Sandra Azón de tripulante y con la mente puesta en los Juegos de Sídney 2000.

Sin embargo, los resultados en 1998 no llegaron a satisfacer a la malagueña. Las cuartas posiciones en el Trofeo Princesa Sofía y la Semana Olímpica Francesa de Hyères y la medalla de plata en la Spa Regatta de Medemblik (Holanda) antecedieron a un discretísimo Europeo en Cesme (Turquía) que la tripulación española no llegó a concluir. Al mes de esta desafortunada actuación, Theresa Zabell prescindió de Azón en agosto para volver a competir al lado de Patricia Guerra en el Campeonato del Mundo de Mallorca, donde cosecharon el 9.º puesto. Entonces el apoyo económico falló y el Plan ADO no le renovó la beca, motivos que le llevaron a sopesar la situación y resolver que había llegado el momento de dedicarse a su familia y abandonar la vela a finales de 1998, pese a que se veía con capacidad para asaltar una tercera medalla olímpica. “Después de ganar todo lo posible en vela olímpica, rechacé ofertas para estar en clases superiores y decidí apostar por mi carrera profesional y mi familia, mis hijos, Olimpia y Eugenio, mis dos medallas más valiosas”.

Se marchaba una grande del deporte español y andaluz, reconocida por infinidad de instituciones e entidades, debiendo reseñar que la Real Federación Española de Vela la designó mejor deportista femenina del siglo XX, que posee la Medalla de Andalucía (1987), la Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo (1996), la Orden Olímpica, la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo, el Premio Nacional del Deporte (1985 y 1996) y hasta seis Premios Andalucía de los Deportes (1986, 1991, 1992, 1994, 1995 y 1996). Asimismo, en su tierra, donde fue elegida como uno de los Malagueños del Siglo, recibió diversos homenajes, entre ellos el bautismo con su nombre del nuevo pantalán de atraque de embarcaciones del Real Club Mediterráneo.

Tras la retirada se quedó a vivir en Barcelona, en uno de los inmuebles de la Villa Olímpica, junto a su marido e hijos. En 1999 creó la Fundación Ecomar, con el fin social de enseñar a los niños la protección del mar y su entorno, y accedió a los cargos de diputada en el Parlamento Europeo, vicepresidenta de la Comisión de Cultura, Juventud, Educación, Medios de Comunicación y Deporte, y miembro de la Comisión de Medio Ambiente, donde se mantuvo hasta 2004.

Más adelante, ya instalada en Madrid, su experiencia y capacidad han sido requeridas por distintas instituciones tales son el Comité Olímpico Español –vicepresidenta primera desde mayo de 2007 a diciembre de 2014–, la Fundación Andalucía Olímpica –vocal del patronato– y la candidatura olímpica de Madrid 2020, donde trabajó como responsable de relaciones institucionales. Diplomada en Informática y Márketing, ha trabajado para entidades como Arthur Andersen y TZ Sports como asesora en la organización de grandes eventos deportivos, todo ello sin perder de vista su pasión por la mar habiendo vuelto a competir en cruceros y continuando su labor en Ecomar, de la que es presidenta ejecutiva. Además, realiza consultoría internacional para la Unesco y es consultora y ponente de empresas.

Para terminar la sinopsis de esta deportista ejemplar, respetuosa y afable, glosamos su rotundo palmarés en la clase 470. En el ámbito universal, participó en una edición del Campeonato del Mundo Femenino de la IYRU (4.ª en Porto Carras 1987) y en otra del Campeonato del Mundo de la IYRU (oro en La Rochelle 1994), mientras que en los mundiales específicos de 470 compareció en 9 ocasiones: Salou 1986 (13.ª), Kiel 1987 (20.ª), Medemblik 1990 (10.ª), Brisbane 1991 (4.ª), Rota 1992 (oro), Crozon-Margat 1993 (plata), Toronto 1995 (oro), Porto Alegre 1996 (oro) y Mallorca 1998 (9.ª).

En nueve ocasiones asistió al Campeonato de Europa de 470: Sönderborg 1986 (37.ª), Lysekil 1987 (4.ª), Saint-Pierre-Quiberon 1988 (6.ª), Marina di Carrara 1990 (6.ª), Bergen 1991 (oro), Nieuwpoort 1992 (oro), Robel 1994 (oro), Bastad 1995 (7.ª) y Cesme 1998 (23.ª).

Respecto a otros acontecimientos del circuito mundial, cabe señalar que obtuvo 14 triunfos en regatas internacionales, tales como la Christmas Race (1989), Semana Olímpica Francesa (1994, 1995 y 1996), Spa Regatta de Medemblik (1991 y 1996), Trofeo Princesa Sofía (1994, 1995 y 1996) o Fall Regatta de Savannah (1995).

En resumen, entre las clases europea y 470, Theresa Zabell Lucas fue dos veces campeona olímpica, cinco veces campeona del mundo, tres veces campeona de Europa y doce veces campeona de España. Una deportista irrepetible.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 15 de diciembre de 2020