Miguel Ángel Pérez Tello

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

Miguel Ángel Pérez Tello
Granada

Miguel Ángel Pérez Tello

09.02.1957

Granada

5
Juegos ParalímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1988 Innsbruck (Austria)Esquí de fondoMasculina5 km libre LW3/9
Medalla de plata
1988 Innsbruck (Austria)Esquí de fondoMasculina10 km libre LW3/9
Medalla de plata
1992 Albertville (Francia)Esquí de fondoMasculina5 km libre LW3,5/7,9
Medalla de bronce
1992 Albertville (Francia)Esquí de fondoMasculina20 km libre LW3,5/7,9
Puesto 4
1992 Barcelona (España)Ciclismo_CarreteraMasculinaFondo LC3
Medalla de bronce
1994 Lillehammer (Noruega)Esquí de fondoMasculina5 km clásico LW2/3/9
Puesto 5
1994 Lillehammer (Noruega)Esquí de fondoMasculina10 km libre LW2/3/9
Puesto 9
1994 Lillehammer (Noruega)Esquí de fondoMasculina20 km clásico LW2/3/9
Puesto 4
1996 Atlanta (EE.UU.)Ciclismo_PistaMasculinaOmnium LC3
Medalla de oro
1996 Atlanta (EE.UU.)Ciclismo_CarreteraMasculinaFondo LC3
Puesto 8


Biografía de Miguel Ángel Pérez Tello

Uno de los grandes personajes del deporte paralímpico en Andalucía –y en España– es este granadino nacido el 10 de febrero de 1957 en la capital, hijo de Tomás y Josefa, a cuya autoría responden hechos tan rotundos como ostentar la segunda mayor cifra de participación en unos Juegos Paralímpicos, cinco, solo superado por su paisano José Manuel Ruiz, y el cuarto mayor botín de medallas en el mismo acontecimiento, también con cinco, por detrás de Chano Rodríguez, Juan Antonio Prieto y José Pedrajas.

La particularidad de haber nacido donde lo hizo motivó que desde temprana edad sintiese atracción por la enormidad de actividades posibles en un entorno natural tan rico, cercano y agradable como Sierra Nevada, en cuyas laderas comenzó a practicar esquí de fondo a la edad de 14 años y aún antes el montañismo, convirtiéndose sobre todo en verano en un habitual del Corral del Veleta, el Mulhacén y todos los riscos del macizo que supusiesen algún reto para él y sus amigos. Aparte, más niño había hecho atletismo y jugado al balonmano en la escuela y de adolescente, como entrenamiento para el esquí de fondo y cuando no había nieve sobre la que deslizarse, empezó a tomarle el gusto a la bicicleta de carretera, ya que por entonces la modalidad de montaña no existía.

Fruto de esta dedicación a la disciplina originaria del esquí, Miguel Ángel se hizo un lugar en las competiciones de su entorno e incluso en las de carácter nacional, significando que en 1972 logró la medalla de plata en 5 km en el Campeonato de España Escolar y la 4.ª posición sobre la misma distancia en el popular Trofeo Cosmos, en Sierra Nevada. Ya en 1976, en categoría júnior, se clasificó 4.º en 10 km en el Gran Premio de San Juan del Herm (Lérida) y obtuvo la medalla de plata en relevo júnior 3×5 km en el Campeonato de España celebrado en el Puerto de Navacerrada (Madrid).

Por entonces, el objetivo de nuestro entusiasta protagonista, que se hallaba bajo la tutela técnica del gran Álvaro Gijón, no era otro que ingresar en el equipo nacional y, por qué no, en un futuro, estar en los Juegos Olímpicos, acontecimiento que, según recuerda, “vivía con intensidad e interés”.

No obstante, un suceso vino a revertir por completo sus esquemas vitales y este no fue otro que el accidente que sufrió en 1977 cuando intentaba acometer, en compañía de su amigo Jesús, la cima del Eiger –situada en los Alpes suizos a 3.970 metros de altura– por su afamada y temida cara norte, una pared de 1.800 metros considerada de las más difíciles del mundo, de ahí el sobrenombre del Ogro. Al quinto día de subida, un desprendimiento de nieve golpeó a Miguel Ángel, que cayó al vacío cuarenta metros y chocó con un saliente de roca que le fracturó las dos piernas. Debido a la niebla y una tormenta en la montaña, el rescate no fue posible hasta seis días después de la caída, lo que supuso una prueba de supervivencia para los dos montañeros, casi sin alimentos, soportando vientos de más de 100 km/h y temperaturas de -18º C. “Cuando el helicóptero me arrancó de la pared fue como volver a nacer. Estaba casi hecho a que iba a morir”, rememora Miguel Ángel. Pese a todo, las congelaciones sufridas –de tercer grado– habían agravado las fracturas y el granadino sufrió la amputación de ambos pies.

Tras siete meses y medio en el hospital en Suiza, el regreso a Granada significó el comienzo de una nueva vida sobre dos prótesis. “Durante la convalecencia pensé que lo único que podría ser a partir de entonces era entrenador, pero luego reflexioné y me imaginé esquiando y escalando de nuevo y me propuse hacerlo. Perder los dos pies fue un obstáculo que afronté con deportividad”. Así fue. Tras superar las primeras fases de la dolorosa rehabilitación y con el apoyo de amigos y familiares, volvió a calzarse los esquís y a subirse a la bicicleta. “A base de trabajo llegué a unos niveles que ni me podía imaginar cuando empecé la recuperación. De hecho, mi protésico en Suiza no se puede creer las cosas que yo he hecho con mi muñón y colegas suyos sentenciaron que nunca más podría volver a andar”.

No obstante, las primeras actividades físicas que llevó a cabo tras el accidente fueron de escalada en roca por los alrededores de Granada y, poco a poco, se fue aventurando a asaltar otras paredes fuera de España, como la expedición que llevó a cabo con amigos suyos en 1980 al Sahara central, al macizo de Ahaggar (Argelia).

Posteriormente, cuando el muñón se adaptó a la carga y fue menos doloroso, retomó el esquí de fondo de la mano de Álvaro Gijón y empezó a competir con licencia de la Federación Andaluza de Deportes de Invierno, siendo de la partida en marchas como la Beret, campeonatos regionales y en una ocasión el Campeonato de España absoluto, en todos ellos concursando al lado de deportistas sin discapacidad, a excepción del Campeonato de Francia Handisport de 1985, al que concurrió junto a los alpinos Eduardo Norberto y Javier Pascual –el primigenio equipo nacional invernal discapacitado– atendiendo la FEDM la invitación realizada por su homóloga francesa.

En 1986, Miguel Ángel marchó a vivir un año a Estados Unidos, al estado de Nuevo Hampshire, cerca de los Montes Apalaches, y trabajó como monitor de esquí y montañismo en una escuela privada. Allí conoció a un esquiador paralímpico estadounidense y este encuentro supuso su contacto definitivo con el Movimiento Paralímpico y el esquí adaptado. Consecuencia de ello, se integró como invitado en el equipo nacional americano y pudo competir en 1987 en el Campeonato de Estados Unidos –de carácer abierto–, logrando sus primeros podios como esquiador adaptado: medalla de oro en 5 km y de bronce en 10 km.

A su regreso en España volvió a competir por la federación andaluza, pero también entró en el plan de preparación impulsado por la Federación Española de Deportes para Minusválidos (FEDM) con vistas a la segunda participación nacional en la historia de los Juegos Paralímpicos de Invierno, que habría de suceder en Innsbruck 1988. Luego del preceptivo periodo de selección –en el que nuestro protagonista se alzó con la medalla de oro (10 km) en el Preolímpico–, seis esquiadores españoles, entre ellos Miguel Ángel, se desplazaron hasta la ciudad tirolesa y allí el granadino se erigió en gran protagonista al ser autor de dos de las tres medallas obtenidas por el equipo español.

Primero, el 17 de marzo, se alzó con la plata en 10 km LW 3/9 con un tiempo de 30:43.5 y, al día siguiente, obtuvo el mismo metal en 5 km LW3/9, con 14:25.8. El noruego Terje Gruer –marcó 29:20.3 y 13:49.8, respectivamente– se impuso en las dos carreras, que registraron una escasa inscripción de cuatro competidores (el noruego, el español y dos polacos).

Pérez Tello volvió a brillar internacionalmente dos años después en el IV Campeonato del Mundo de Esquí Nórdico para Discapacitados, organizado en 1990 por la ISOD en Jackson (Estados Unidos), haciéndose con tres medallas (plata en 5 km y bronce en 10 y 20 km), y en 1992 desfiló de nuevo tras la bandera española en los Juegos Paralímpicos de Albertville, cuyas pruebas de esquí de fondo tuvieron lugar en Tignes.

Debutó el 18 de marzo en 20 km LW3,5/7,9 y ante nueve rivales –el polaco Marcin Kos (1:02:31.8) se hizo con el título– se aupó a la 4.ª posición (1:13:10.5). Tan solo 24 horas después, en la prueba de 5 km LW3,5/7,9 y con nueve esquiadores en liza, el también polaco Jan Kolodziej –quien se había clasificado justo por detrás de Miguel Ángel en 1988– se llevó el oro (17:17.6), seguido de Gruer y Pérez Tello (19:13.8), quien de esta forma sumaba una nueva medalla de bronce a su palmarés paralímpico.

Sin más mundiales nórdicos hasta 1996 –hubo seis años entre la 4.ª y la 5.ª edición–, el emprendedor andaluz quiso sentir en 1993 nuevas experiencias y participó en el maratón de esquí de fondo Engadin, que se celebra anualmente en Sankt Moritz (Suiza) y que completó en dos horas y 16 minutos. Ya en la temporada 1993-1994, participó en todo el calendario estándar de la Federación Andaluza de Deportes de Invierno y en carreras internacionales para discapacitados con el objetivo de confluir en la mejor forma posible en sus terceros Juegos Paralímpicos de Invierno, Lillehammer 1994, donde cerró sus memorias paralímpicas con la consecución de dos diplomas.

Hay que reseñar que en estos Juegos comenzó a aplicarse el factor de corrección, que es un porcentaje determinado por el grado de discapacidad del participante que se aplica sobre el tiempo real efectuado, de forma que la tabla final de puestos se establece en función de las marcas modificadas por tal factor y no en función del orden de llegada.

Así, en 20 km estilo clásico LW2/3/9, Pérez Tello se clasificó 4.º entre 10 participantes con un registro final de 1:00:06.5 (1:09:05.5 real), siendo el triunfo para el noruego Wiggo Nordseth, con 54:19.2 (59:02.7 real), de largo el mejor con o sin factor.

En 10 km estilo libre LW2/3/9 (12 participantes), el primer puesto fue para el alemán Roland Gaess, con 26:00.7 (29:54.0 real), y Pérez Tello logró el 9.º puesto, con 31:18.2 (37:16.0 real). Por último, en 5 km estilo clásico LW2/3/9, la medalla de oro se la colgó Nordseth, con 14:30.7 (15:46.5 real), y Miguel Ángel subió a la 5.ª posición merced a su registro de 15:43.2, a 33 segundos de la medalla, si bien su tiempo real de 18:04.2 fue el tercero de los 10 participantes.

Para concluir el relato competitivo del granadino en el esquí de fondo, hablemos de sus dos participaciones en el Campeonato de España de Esquí Nórdico para Minusválidos, que comenzó a celebrarse tardíamente en 1995. En aquella edición inaugural, en Lles de Cerdaña (Lérida), Miguel Ángel se impuso claramente en las dos pruebas a concurso, 5 y 10 km. Posteriormente, se ausentó del segundo capítulo (1996), en La Rabassa (Andorra), por motivos laborales y en 1997, en Pla de Beret (Lérida), cerró su palmarés en el Nacional compitiendo únicamente en 10 km y embolsillándose su tercer y último título, siendo además la última presea de su singladura en el esquí de fondo, que, por otro lado, no fue la única modalidad donde reunió éxitos de altísimo nivel.

Tras el debut en los Juegos Paralímpicos de 1988 y la inyección de moral que supuso la conquista de las dos medallas de plata reseñadas, Pérez Tello trató de compatibilizar la práctica competitiva del esquí nórdico y el ciclismo y el disfrute lúdico del montañismo, lo cual le ocasionó una agenda de entrenamientos, competiciones y concentraciones sumamente saturada. Como él recuerda, “tuve la necesidad de administrar mi tiempo para hacer frente al mayor número de compromisos. De hecho, podría haber estado en más Paralimpiadas, pero debí ser restrictivo para poder hacer los tres deportes”. Matizando sus palabras, recordemos al lector que, al fin y al cabo, la gran pasión de Miguel Ángel era la escalada, actividad no incluida en el programa paralímpico.

Centrándonos ahora en el ciclismo, deporte extendidamente complementario para los fondistas sobre esquís en el período estival, nuestro protagonista fue potenciando sus habilidades pedalísticas, como hemos indicado, desde 1988, teniendo su máximo rendimiento a partir de 1992. Ese año, se proclamó triunfador del Campeonato de Francia –abierto– para discapacitados en carretera y llegó en plena forma a los Juegos Paralímpicos de Verano de Barcelona 1992, en cuyo marco el 12 de septiembre esprintó por la gloria de la medalla de oro al término de la prueba en línea LC3, siendo batido por el austríaco Norbert Zettler (1:33:36) –oro– y el americano Pier Beltram –plata–, quienes le antecedieron en el podio.

Tras el “bronceado” estreno en las Paralimpiadas de verano, el pujante granadino fue cosechando éxitos sobre su bicicleta en las siguientes temporadas, significando que a partir de 1993 también adquirió prestancia en las pruebas de pista, como demuestran sus medallas de oro en velocidad y kilómetro en el Campeonato de Francia de ese año y, fundamentalmente, su formidable actuación en la primera edición del Campeonato del Mundo, Gante 1994, donde se impuso dentro de la categoría LC3 en velocidad y kilómetro y fue segundo en persecución para erigirse en campeón universal del ómnium, la combinada de todas las carreras de pista. Además, en la mágica jornada del 2 de junio, elevó su nombre a la imberbe tabla de récords mundiales por partida triple con sus tiempos en velocidad (15.040), kilómetro (1:25.490) y persecución (6:00.610), los cuales se mantendrían como plusmarcas un año y dos meses en el caso del primero y el tercero, y dos años en el caso del segundo.

En 1994 se convirtió en el primer campeón nacional de fondo en carretera LC3 en la inauguración del Campeonato de España para Discapacitados Fïsicos, que acogió precisamente Granada y que solo tuvo esa prueba de ruta. Ya en 1995 el Nacional se enriqueció en El Viso del Alcor (Sevilla) con las especialidades de pista, si bien Miguel Ángel no participó, cosa que sí hizo en la tercera edición (1996), en Tarrasa. Allí, fue el mejor en velocidad, kilómetro y persecución para alzarse con la corona nacional de pista (omnium) y, además, volvió a ganar en fondo en carretera LC3/4 y se hizo con la medalla de bronce en la novedosa prueba de contrarreloj. Todos estos éxitos, junto a una medalla de oro en contrarreloj en la Copa de Europa de 1996, vinieron a adornar el camino que, ineludiblemente, le condujo a Atlanta 1996, acontecimiento en el que este andaluz universal puso el broche de oro a su periplo en las Paralimpiadas.

De aquellos Juegos, Miguel Ángel rememora la “rivalidad insana entre algunos ciclistas, de hecho en el velódromo me desinflaron las ruedas. Por el contrario, los medios que el Comité Paralímpico Español puso a nuestra disposición en Madrid, con entrenadores y concentraciones, fueron maravillosos y con ellos pude saber hasta dónde podía llegar. Llevé al límite mis capacidades”. Y desde luego así fue, alzándose, por fin, con la medalla de oro que tanto deseaba.

Sucedió en la pista, en el velódromo de Stone Mountain, un suburbio de Atlanta, donde ganó el título paralímpico de omnium LC3 luego de haberse impuesto los días 17 y 18 de agosto en las pruebas parciales –sin adjudicación de medallas– de kilómetro y persecución, y ser 7.º en velocidad, sumando 9 puntos totales, los mismos que el segundo, el americano Rex Patrick, pero con mejor puesto principal. La actuación de Pérez Tello se completó con la rebaja de su propio récord mundial de kilómetro (1:22.322) –lo conservó dos años– y la recuperación de la plusmarca en persecución (5:30.483) –la mantuvo cuatro años y dos meses hasta Sídney 2000.

A continuación, en la carrera de fondo en ruta LC3 del 21 de agosto, aspiró hasta el último momento a la medalla de oro, pero en el esprint de los ocho corredores que se presentaron juntos en la recta final fue el más rezagado y quedó en 8.º lugar, eso sí, haciéndose con un nuevo diploma.

Tras estos Juegos y excepción hecha de alguna prueba en esquí de fondo, Miguel Ángel Pérez Tello quiso dedicarse exclusivamente a la montaña, lo cual supuso su efectiva retirada de la competición paralímpica. Como montañero empedernido, difundió su experiencia y colaboró con los grupos de montaña de la ONCE, más tarde constituyó en Madrid un club de montañismo para personas con discapacidad, al que consagró mucho de su tiempo a la par que a su club de siempre, el Mulhacén, y, cómo no, participó en numerosas expediciones, haciendo cima en cumbres como el Mont-Blanc (Alpes), Kosciusko (Australia), Cotopaxi (Andes), Wheeler (Rocosas), Elbrus (Cáucaso) o Kilimanjaro (África).

Después de un parón de unos seis años para dedicarse a su familia y en especial a su madre, en 2016 recuperó la actividad montañera que tanto le llena, coronando el Naranjo de Bulnes. Por lo demás, permanece en su Granada natal, aunque un par de veces al año viaja hasta Northampton, en el oeste de Massachusetts, donde residen su mujer Laura y la hija de ambos, Sara. Y, por supuesto, se mantiene muy activo pese a la edad y a una artritis que no ha logrado apartarle de su pasión por la escalada y el montañismo, teniendo en mente cada día nuevos retos con los que seguir disfrutando y enriqueciendo una vida sorprendente.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 21 de octubre de 2020