María Serafina Monterrubio Ayo

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

María Serafina Monterrubio Ayo
Sevilla

María Serafina Monterrubio Ayo

21.03.1961

Sevilla

1
Juegos ParalímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1984 Nueva York (EE.UU.) / Stoke Mandeville (GBR)NataciónFemenina100 libre L4
Puesto 7
1984 Nueva York (EE.UU.) / Stoke Mandeville (GBR)NataciónFemenina100 braza L4
Puesto 7
1984 Nueva York (EE.UU.) / Stoke Mandeville (GBR)NataciónFemenina100 espalda L4
Puesto 4


Biografía de María Serafina Monterrubio Ayo

Cuando el 20 de junio de 1984 la sevillana María Monterrubio Ayo se lanzó al vaso de la piscina de la Universidad de Hofstra para competir en aquellas Paralimpiadas que cuatro días atrás había inaugurado el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, en Nueva York, ella, Marifi, desconocía que aquel gesto que había repetido tantas veces desde que empezó a nadar siendo una niña la había elevado a la categoría de Grande del deporte. Simplemente se había convertido en la primera deportista andaluza en participar en los Juegos Paralímpicos.

Aquella falta de consciencia por lo logrado casaba fielmente con la situación en España del deporte para personas con discapacidad en los años 70 y 80. Grandes carencias estructurales, contadísimas competiciones, precariedad de medios y ausencia de referencias de todo tipo que nuestra protagonista vivió y padeció en primera persona, si bien con la mejor de las sonrisas y la humildad de quien disfruta el camino hacia el objetivo y no únicamente por este. Como bien recuerda, “la Federación Sevillana de Deportes para Minusválidos contactaba con distintas piscinas en la ciudad y para todos los discapacitados nos daban una calle o dos como mucho, y otras veces ninguna. Fue una etapa con muchas carencias en la que conseguíamos cosas después de mucho pelear”.

Marifi Monterrubio nació el 21 de marzo de 1961 en Sevilla y a los siete años sufrió unas fiebres que terminaron siendo diagnosticadas como poliomielitis. Sin tiempo que perder, sus padres, Claudio y Amelia, actuaron para que las secuelas de la enfermedad fueran las menores, contactando con diversos especialistas para que tratasen inmediatamente a su hija menor e iniciando las actividades de rehabilitación que los médicos recomendaron, sobre todo la natación. “En cuanto supieron que tenía que nadar, organizaron una piscina provisional en casa y ciertamente las secuelas se redujeron mucho”.

Así, con el apoyo de sus padres, que se organizaban para que los desplazamientos a las piscinas no fuesen un problema para ella, y dos de sus hermanas mayores, Amelia y María Rosa –la primogénita y hermana política, María Teresa, no vivía con ellos en Sevilla–, la incipiente y meramente terapéutica actividad natatoria se consolidó en el día a día de Marifi como una obligación que le fue proporcionando aptitudes para la natación de rendimiento, como pronto iba a comprobarse.

Corría el año 1970 y en otoño se celebraron en la ciudad los VII Juegos Deportivos, cuyas pruebas de natación acogió la piscina del Club Natación Sevilla, en la calle Trastamara. Inmerso en este acontecimiento local, tuvo lugar el primer Campeonato Nacional de Natación para Minusválidos –como se denominó oficialmente– y en él se inscribió nuestra biografiada con solo 9 años: “Nadé mintiendo sobre mi edad y diciendo que tenía 11, porque de lo contrario no hubiese podido participar”.

El resultado del singular debut en competición fue la obtención de dos medallas, la plata en 50 espalda y el bronce en 100 espalda, para sorpresa general y alegría de su primer entrenador, Diego, de la Unidad de Traumatología del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Posteriormente, Marifi pasó a ser dirigida por otro rehabilitador de la misma unidad, Agustín, hasta que Laura Sánchez la tomó en su grupo de entrenamiento en 1977 y hasta el final de su trayectoria deportiva.

La etapa con Laura fue la más significativa desde el punto de vista deportivo para Marifi Monterrubio, quien solía entrenar en las piscinas del Natación Sevilla, Tiro de Línea, Padres Blancos y Chapina, escenarios de su mejoría en técnica y marcas, aunque siempre con un componente de diversión que hacía de la actividad algo agradable. Como ella reconoce, este factor primaba sobre el resto, fundamentalmente cuando una vez al año tocaba viajar al gran compromiso competitivo, que no era otro que el Campeonato de España, el cual unas veces se disputaba en invierno y otras en verano. “Para mí el deporte ha sido también una forma de ser feliz y disfrutar. Yo viajaba por toda España cuando mis amigos nunca habían salido de Sevilla”.

Así, compaginando estudios –hizo educación básica en el Colegio Padre Manjón de la Macarena y bachillerato en el Instituto Velázquez–, entrenamientos y competición, Marifi supo labrarse un sólido palmarés deportivo en el marco de los nacionales, en el que relucen 4 medallas de oro, 8 de plata y 13 de bronce para un total de 25, destacando su soberbia actuación en el VII Campeonato de España, Bilbao 1977, donde se impuso en 100 braza, 100 espalda y 100 libre, llegó segunda en 4×50 estilos y tercera en 4×100 libre. Su cuarta y última corona la consiguió en 1983 en Sevilla.

Por ediciones, los años en los que subió al podio fueron Sevilla 1970 (2 medallas), Salamanca 1973 (1), Zaragoza 1974 (1), Vigo 1975 (1), Madrid 1976 (1), Bilbao 1977 (5), Pamplona 1978 (2), Zaragoza 1981 (3), Sabadell 1982 (1), Sevilla 1983 (3), Madrid 1984 (3) y Badalona 1985 (2).

Consolidada en la elite nacional y a una edad idónea (23 años), el nombre de Marifi fue uno de los que los técnicos nacionales barajaron a principios de 1984 para integrar el equipo español que había de viajar a los Juegos, que tocaban ese año en junio y julio. Dicha circunstancia, comentada a título particular, provocó que su entrenadora Laura Sánchez dedicase mayor tiempo a los entrenamientos de su discípula con el objetivo específico de responder a los requisitos de estado de forma que dicha preselección informal implicaba, en tanto que la deportista tuvo que redoblar sus esfuerzos ese año ya que se encontraba cursando el último año de Psicología en la Universidad de Sevilla.

Cuando por fin se conoció el equipo español y se confirmó que Marifi estaba en la relación definitiva, tuvo que solicitar que los exámenes orales de fin de carrera se le efectuasen antes de viajar a Estados Unidos, habida cuenta la coincidencia de fechas entre tales pruebas y la celebración de los Juegos. “Fui la primera en aprobar de mi promoción e incluso cuando regresé a España algunas de mis compañeras seguían sin saber sus notas”.

Los Juegos Paralímpicos de 1984 fueron acogidos por dos ciudades, Nueva York (Estados Unidos) y Stoke Mandeville (Reino Unido), siendo la última vez que se celebraron en una sede distinta a la de las Olimpiadas. Por entonces, las organizaciones deportivas para personas con discapacidad, independientes entre sí, no tenían relaciones formales con el Comité Olímpico Internacional. Además, la desunión entre ellas mismas propició el inédito hecho de que por un lado se efectuasen los ya clásicos International Stoke Mandeville Games en esta localidad inglesa –solo para deportistas en silla de ruedas con discapacidad en la espina dorsal– y los International Games for the Disabled, en Nueva York, reservados al resto de discapacitados físicos, paralíticos cerebrales y deficientes visuales. Aún el concepto de Juegos Paralímpicos estaba por componer.

Para completar la peculiaridad de aquel acontecimiento, los Juegos Internacionales para Discapacitados –los de Nueva York– recibieron el apodo de “Juegos del último minuto”, ya que hubieron de organizarse en tres meses, el tiempo que transcurrió desde que la Universidad de Illinois, donde iban a celebrarse, renunciase a ellos por problemas económicos y el día de la ceremonia inaugural, el 17 de junio.

Las competiciones tuvieron lugar en el Complejo Atlético Mitchell neoyorquino y en la Universidad de Hofstra, en Long Island, donde asimismo se instaló la villa para deportistas, utilizando las habitaciones vacías de los estudiantes. Como rememora Marifi, las estancias “tenían literas y estaban repletas de barreras, algo insólito teniendo en cuenta nuestras discapacidades. En cada habitación dormíamos tres deportistas. Mi compañera en silla de ruedas se quedó con la cama baja y a las literas altas tuvimos que subirnos mi otra compañera y yo, dos cojas”.

Tras el desfile de naciones en la ceremonia de apertura y las sensaciones vividas, Marifi se lanzó a competir en tres pruebas para su categoría funcional (L4), 100 metros espalda, 100 braza y 100 libre, en las que participaron 8, 8 y 9 nadadoras, respectivamente, siendo finales directas las dos primeras. En espalda, la sevillana obtuvo su mejor posición al finalizar en 4.ª posición, con un tiempo de 1:44.49, a catorce segundos de la campeona, la también española Ana Peiro (1:30.50), y 5.50 de la medalla de bronce. En braza, venció la holandesa Mirjam Sanders (1:51.00) y Marifi se situó en la 7.ª plaza (2:29.79), mientras en el estilo libre superó las eliminatorias con el séptimo mejor tiempo (1:36.00) y volvió a ocupar dicho puesto en la final, que volvió a ser para Sanders.

Después de la competición, la nadadora andaluza pudo conocer la ciudad y lugares cercanos, permaneciendo en Nueva York hasta dos días después del término de los Juegos (30 de junio) por problemas en el aeropuerto, tiempo para apreciar que aquel acontecimiento tuvo bastante repercusión en Estados Unidos, disfrutando de cobertura en cadenas de televisión y periódicos. “Nuestras competiciones eran retransmitidas y amigos nuestros que estaban en Los Ángeles –concentrados para los siguientes Juegos Olímpicos– nos vieron por televisión. Por el contrario, en España no se sabía nada de nosotros. No obstante, en líneas generales viví todo aquello con incertidumbre y disfrute, aunque, eso sí, íbamos con muy pocas expectativas pues no teníamos conciencia de que estuviésemos haciendo algo distinto a lo habitual”.

Tras los Juegos, Marifi Monterrubio, pese a que su disponibilidad era menor debido a que comenzó a buscar trabajo una vez conseguida la titulación de psicóloga, siguió entrenando y asistió a los XV Campeonatos de España de natación para discapacitados físicos, que tuvieron como escenario la piscina municipal de Badalona (Barcelona). Allí, el 2 de junio de 1985 puso fin, sin saberlo, a su vida como deportista en activo. Fue una retirada no programada ni prevista, ya que encaró el año 1986 con el mismo plan de trabajo que las temporadas anteriores, esperando que su entrenadora consiguiese calles para seguir entrenando, cosa que nunca se produjo. “Nunca hubo un día en el que no iba a haber más campeonatos. Aquello se disipó sin más”.

En la actualidad, la primera paralímpica del deporte andaluz vive en Sevilla, en la popular calle Feria, con su pareja Rafa, disfrutando de todas las propuestas y actividades que le surgen, viviendo con intensidad cada momento, como hizo en aquellos diecisiete días que estuvo en Nueva York.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 26 de octubre de 2020