María Rosario Shaw Martos

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

María Rosario Shaw Martos
Olímpica

Mary
Shaw

Córdoba

María Rosario Shaw Martos

03.01.1939

Córdoba

1
Juegos OlímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1960 Roma (Italia)EsgrimaFemeninaFlorete individual
Eliminada en 1.ª ronda


Biografía de María Rosario Shaw Martos

Deportista de la vida y activa defensora de la esgrima, Mary Shaw, quien fuera una de las figuras del deporte español de los años 60, posee el privilegio de ser la primera mujer andaluza olímpica en los Juegos de las Olimpiadas o Juegos de verano, gracias a su participación en Roma 1960.

De padre inglés –Arturo– y madre rondeña –Concepción–, nació el 3 de enero de 1939 en Córdoba en el seno de una numerosa familia –tiene seis hermanos (tres mujeres y tres hombres)– de buena posición y sin ninguna tradición en el deporte, de ahí que podamos afirmar que la querencia de nuestra protagonista hacia la práctica deportiva es de pura cosecha propia y derivada de su carácter inquieto y vivaz, que le impulsó a iniciarse en disciplinas como la natación y la equitación en la ciudad cordobesa.

Apasionada también de las caminatas por la sierra y el campo, su apuesta por formarse le llevó a marcharse a Madrid en 1956 para estudiar Ciencias Físicas. En la capital, compatibilizó los estudios con sus actividades deportivas, añadiendo a las mismas el baloncesto –formó parte del equipo de la Facultad de Ciencias–, y mantuvo ese espíritu aventurero que, como ella reconoce, le hacía apuntarse a todo lo que podía y supusiese un viaje o desplazamiento.

El encuentro de Mary Shaw con la esgrima se produjo en el curso académico 1958-1959 y para explicarlo hemos preferido reproducir el relato que amablemente nos confió: “Tuve la mala suerte de repetir uno de los cursos de la Universidad –se refiere al segundo año– y como me sobraba el tiempo un compañero y amigo que hacía esgrima me propuso que probase en este deporte que era para mí absolutamente desconocido. Es más, este compañero incluso llegó a asegurarme que, por mis condiciones, tenía posibilidades de ir a la Olimpiada. La idea, aunque descabellada, me ilusionó y me presenté en la sala de competición de la Federación Española de Esgrima en Madrid. Saludé al maestro, le dije que quería hacer esgrima y añadí ‘es que quiero ir a la Olimpiada de Roma’. Todos los que allí estaban se rieron de mí. Había tiradores que no habían sido nunca olímpicos y llevaban muchos años preparándose para ir a Roma, y, claro, que yo me presentara año y medio antes de los Juegos sin haber hecho nada de esgrima y dijese aquello…”.

Lo que en un principio se concibió como una actividad lúdica se convirtió de la noche a la mañana en un compromiso de primer orden nada más y nada menos que con objetivo olímpico: “Me apunté tarde pero llegué pronto”. Así fue, en muy poco tiempo, la tiradora andaluza, que contaba con las “ventajas” de que había hecho deporte –poco frecuente para una española de la época– y era zurda, adquirió bastante soltura con el florete gracias a las enseñanzas del maestro italiano Azzara y con solo tres meses de práctica se proclamó campeona de Castilla. Poco después, Mary Shaw debutó internacionalmente en un torneo en Marsella y concurrió al Campeonato del Mundo júnior (sub-20) que en 1959 se celebró en París (Francia).

De esta acelerada manera, la andaluza llegó al año olímpico de 1960 llena de ilusión por los resultados conseguidos y por el anuncio que el Comité Olímpico Español había efectuado de preparar el equipo nacional para los Juegos de Roma con la firme intención de llevar una representación femenina que pusiese fin a la sequía de 36 años sin deportistas españolas en los Juegos, luego del debut en París 1924. Entre los deportes seleccionados para el retorno de las mujeres estaba la esgrima y para dilucidar las elegidas de entre las optantes se determinó el requisito de ser medallista en florete –única arma femenina olímpica– en el Campeonato de España, a finales de abril en el Círculo de la Unión Mercantil de Madrid.

Que la catalana Carmen Vall reeditase el título logrado las dos campañas precedentes no fue una sorpresa, pero sí que la advenediza Mary Shaw la obligase a un desempate tras haber terminado las tiradas igualadas a 6 triunfos y 1 derrota. Nuestra biografiada se hizo con su primera medalla de plata nacional y, de camino, con el pasaporte para las Olimpiadas, junto a la propia Vall y Pilar Tosat. Tres tiradoras en una delegación femenina de once mujeres.

Ya en Roma, la andaluza compitió el 31 de agosto en la sede del Palacio de Congresos y quedó eliminada en la primera ronda al acabar 4.ª del grupo 6, cerca de la clasificación para cuartos de final, pues pasaban las tres primeras. Shaw, en cinco combates, firmó dos triunfos –ante la húngara Magda Nyári-Kovacs y la finlandesa Barbara Helsingius– y cayó a manos de la rumana Maria Vicol –a la postre medalla de bronce–, la soviética Galina Gorokhova –cuarta– y la británica Mary Glen-Haig. “Di todo lo que tenía dentro, lo que pasa es que no tenía mucho. Año y medio de entrenamiento no era una gran experiencia, pero al menos tuve la alegría de ser la mejor de las españolas”, circunstancia esta última que se desprende de la tarjeta de cada una de ellas, pues la organización solo otorgó puestos hasta el octavo.

Vivida intensamente la aventura olímpica, la andaluza quiso continuar en la esgrima a la par que progresaba en sus estudios. Amaba este deporte y no concebía abandonarlo y sí esforzarse por compaginar todos los aspectos de su vida, propósito que dejó bien claro en una entrevista realizada en 1963 en la que manifestó que seguiría “haciendo esgrima cuando tenga novio, cuando me case, cuando tenga hijos…“, lo cual despertó ciertas dudas en el entrevistador.

Con estos planteamientos, se erigió en dominadora de la escena nacional del florete durante el siguiente lustro, ya que logró cinco títulos nacionales de 1961 a 1966, con la excepción de 1964, cuando fue subcampeona. Asimismo, volvió a ser internacional absoluta al competir fundamentalmente en el Campeonato del Mundo de 1961, celebrado en Turín (Italia), y en los Juegos Mundiales de la Primavera, competición ya desaparecida que se llevó a cabo en septiembre de 1965 en Río de Janeiro (Brasil) y de la que nuestra protagonista guarda un especial recuerdo por el valor de lo allí obtenido, no en vano se alzó con el triunfo individual y por equipos.

Paralelamente, se licenció en Ciencias Físicas al término del curso 1961-1962, llevó a cabo un curso de programador en IBM, estudió inglés y obtuvo la reválida con un trabajo de investigación realizado en la Junta de Energía Nuclear. En mayo de 1965, tras la medalla de oro en el Nacional, marchó a París con una beca de ocho meses de la Federación Española de Esgrima para aprender la nueva técnica francesa, estancia en Francia que alargaría hasta un año para estudiar el vacío físico, sin apenas tocar el florete. A su regreso a España en 1966, reapareció en el Torneo de la Costa del Sol (2.ª) y volvió a conquistar la medalla de oro en el Campeonato de España, mientras que en el ámbito personal contrajo matrimonio y empezó a trabajar en el Centro de Investigaciones Físicas Torres Quevedo de Madrid.

Estos cambios en su vida motivaron un primer apartamiento de la esgrima que duró nueve años, en los cuales dio a luz a tres hijos. Sin embargo, la llamada del cruce de armas solo quedó aletargada y, al volver a asistir como espectadora a las competiciones, el deseo de sentir de nuevo la competición tomó forma. De esta manera, Mary Shaw ciñó traje y máscara a finales de los años 70 y, para sorpresa suya y de la esgrima española, se alzó en 1979 con el sexto y último entorchado nacional absoluto de su trayectoria deportiva. Tenía 40 años y con este inesperado triunfo aplacó durante un tiempo su indómito espíritu.

Superados los 55 años, la cordobesa María Shaw volvió a competir en la categoría veterana y lo hizo de una forma comprometida y retomando a los estímulos que le llevaron aquel día de 1959 a la sala de la federación: el disfrute a través del deporte. Fundó la Asociación Española de Veteranos de Esgrima poniéndose en contacto con muchos tiradores españoles retirados y se convirtió en asidua de los mundiales de esta categoría de edad. “Fue un grandísimo disfrute y tan satisfactorio como cuando era joven”.

En el Campeonato del Mundo de veteranos debutó en 1999, en Siófok (Hungría), alzándose con la medalla de plata en florete para edades de 60 a 69 años y al año siguiente ganó la medalla de bronce en el certamen celebrado en Godollo (Italia). Su último Mundial fue el de 2009, en Moscú, retirándose con una medalla de plata en florete para mayores de 70 años. “Tenía la rodilla muy mal y era seguir con una prótesis o dejarlo. Tuve que decidir por lo segundo”.

En reconocimiento a su trayectoria deportiva, ingresó en 2007 en la Real Orden del Mérito Deportivo en la categoría de medalla de bronce y en 2019 recibió la mención especial del jurado en los Premios Andalucía de los Deportes. Actualmente, sigue viviendo en Madrid junto a su esposo y transmitiendo en su mirada una desbordante alegría por vivir.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 16 de noviembre de 2020