Juan Antonio Jiménez Cobo

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

Juan Antonio Jiménez Cobo
Córdoba

Juan Antonio Jiménez Cobo

11.05.1959

Castro del Río (Córdoba)

2
Juegos OlímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
2000 Sídney (Australia)Hípica_Doma clásicaMixtaIndividual
Puesto 19
2000 Sídney (Australia)Hípica_Doma clásicaMixtaEquipos
Puesto 5
2004 Atenas (Grecia)Hípica_Doma clásicaMixtaIndividual
Puesto 12
2004 Atenas (Grecia)Hípica_Doma clásicaMixtaEquipos
Medalla de plata


Biografía de Juan Antonio Jiménez Cobo

Afirma nuestro protagonista que le salieron los dientes entre caballos y no exagera cuando subraya que monta desde antes de nacer. “Desde la finca de mis padres, mi madre bajaba a veces, embarazada de mí, a caballo”. Su padre, Salvador, era jinete y preparador profesional. Sus hermanos montaban. Un tío suyo fue campeón nacional de enganches. Otro, criador de caballos de raza árabe. En tal ambiente familiar, difícilmente Juan Antonio, que nació el 11 de mayo de 1959 en Castro del Río (Córdoba), podía “escapar” de la pasión que, cómo no, sintió y siente por el caballo.

Nativo cordobés pero criado en Madrid, pues a la capital se trasladó siendo muy pequeño. Allí fue donde comenzó a montar, cuando no ayudaba en las yeguadas y picaderos donde trabajaba su padre, si bien el cabeza de familia albergaba otros deseos para el pequeño Juan Antonio. Recuerda nuestro protagonista que sus progenitores le decían que “los caballos solamente traen problemas” y que el cabeza de familia le insistió para que trabajara en un lugar “con sueldo fijo, pagas y vacaciones”, cosa que sucedió en un taller de coches, donde Juan Antonio trabajó durante 14 años de mecánico, eso sí, compaginándolo con la ayuda vespertina en la cuadra familiar.

Sin embargo, aquello no era para Jiménez Cobo, cuya vocación por el mundo ecuestre permaneció dormida entre bujías y motores, pero nunca desapareció. Así, cuando su padre falleció en 1983, abandonó la mecánica y empezó a trabajar en una ganadería de caballos y, luego, marchó a Torrejón de Ardoz (Madrid) y abrió su propia escuela, construyendo él mismo desde la caballeriza a la pista, señal inequívoca del carácter trabajador y persistente de nuestro protagonista.

Paralelamente al desempeño laboral, el cordobés empezó a competir en diversas especialidades hípicas, tales como los saltos y los enganches –con su tío–, pero con especial gusto y talento para la doma vaquera, lo que se tradujo en algunos resultados positivos entre los años 1985 y 1988. Como él reconoce, fue un vaquero de corte clásico, un estilo que le vino a la perfección cuando, luego de conocer ese último año la doma clásica a través de unos concursos interescuelas a los que acudió con alumnos de su aula, empezó a montar en la nueva especialidad, a la que se dedicó exclusivamente a partir de ver el concurso olímpico de Barcelona 1992.

Como domero, el andaluz encarnó el arquetipo de jinete hecho a sí mismo, artífice de su propia evolución –lenta pero continuada– a base de observar a los mejores y ejecutar posteriormente las técnicas observadas, de acudir a cuantos clinics estuviesen a su alcance y de filmarse para corregir los errores. Todo de forma autodidacta hasta que ingresó en el equipo nacional de doma clásica y empezó a recibir enseñanzas del belga nacionalizado alemán Jean-Émile Bemelmans, gran profesor y seleccionador de doma clásica.

La entrada de Juan Antonio en el equipo acaeció en 1997, a los 38 años de edad y luego de una temporada 1996 en la que logró en el Campeonato de España celebrado en el mes de octubre en el Club Pineda de Sevilla la medalla de plata en critérium, su primera presea nacional y que fue obtenida a lomos de Guizo, un joven semental lusitano de la raza alter real –nacido en 1988 y propiedad de Enrique Guerrero, de la yeguada La Lira y la W– cuya monta el cordobés había tomado hacía poco.

El temperamento del caballo fue un problema en los primeros años pues al jinete cordobés le costó hacerse a las reacciones del animal. Asimismo, una lesión de Guizo impidió al binomio debutar internacionalmente en el Campeonato de Europa de Verden 1997, en Alemania. Sin embargo, a base de tiempo, trabajo y paciencia la pareja fue entendiéndose, lo que se tradujo en mejores resultados en el cuadrilongo, tales como una nueva medalla de plata nacional en critérium (1998), doble medalla de bronce absoluta en el Campeonato de España de 1998 y 1999, en Madrid, y, sobre todo, el estreno internacional con motivo del Campeonato de Europa de Arnhem 1999, en Holanda, donde Juan Antonio y Guizo fueron 4.º en el concurso por equipos y 46.º en el individual.

Con tales méritos, más el subcampeonato nacional en 2000, de nuevo en Madrid, y posiciones de honor en los concursos de Vilanova d’Asti (Italia) y Múnich (Alemania), el andaluz –y Guizo– fue también seleccionado para participar en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, junto a los catalanes Beatriz Ferrer-Salat y Luis Lucio y el jerezano Rafael Soto. Una experiencia increíble y acelerada –“no me enteré de nada”– que concluyó con una destacada 19.ª posición individual (de 47 jinetes), rozando el pase a la final de los 15 mejores (a 1,64 puntos), y el 5.º puesto por naciones, tras Alemania, Holanda, Estados Unidos y Dinamarca, sumando su actuación y las de Ferrer-Salat (10.ª) y Soto (12.º).

Con este diploma olímpico en el cuarto de trofeos, el binomio Juan Antonio-Guizo, siempre como titular del equipo español, firmó un nuevo ciclo olímpico de campanillas, mostrando una gran compenetración en la pista –y el animal una disciplina excepcional, fruto del trabajo realizado. Así, no debería sorprender el nivel de los resultados alcanzados: 9.º individual y bronce por equipos en el Concurso de Aquisgrán 2001; 22.º individual y medalla de bronce por equipos en los Juegos Ecuestres Mundiales de Jerez de la Frontera 2002; medalla de plata por equipos y 21.º individual en el Campeonato de Europa de Hickstead (Reino Unido) 2003; y medalla de bronce absoluta en el Campeonato de España 2003, en Jerez de la Frontera (Cádiz).

Todo ello conducente a la sensacional actuación en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, donde, una vez más con Guizo, Jiménez Cobo llegó a la 12.ª plaza (de 51 participantes) en el concurso individual y a la medalla de plata por equipos –tras Alemania– en compañía de los andaluces Ignacio Rambla y Rafael Soto, y Beatriz Ferrer-Salat. Medalla de plata conseguida el sábado 21 de agosto en el Centro Olímpico Ecuestre Markopoulo de la capital griega que es todo un hito para la historia de la hípica española, pues llegó 56 años después de la última, en Londres 1948, que a su vez sucedía a la de Ámsterdam 1928, si bien ambas en saltos, nunca en doma clásica.

Después de tan rotundo éxito, Juan Antonio rayó a excelente nivel en 2005, consiguiendo en su pueblo natal el título que anhelaba y le faltaba en sus vitrinas, el de campeón nacional absoluto, amén de otros resultados tan meritorios como el triunfo en el Concurso de Lisboa y la medalla de bronce por equipos y 5.º puesto individual en el Campeonato de Europa, celebrado en Hagen (Alemania).

Sin embargo, en 2006, en la cumbre de su carrera llegó el momento de la jubilación de Guizo, que ya tenía 18 años. La despedida se escenificó en los Juegos Ecuestres Mundiales de 2006, llevados a cabo en una ciudad con tanta tradición ecuestre como es Aquisgrán –Aachen, en alemán. Allí, el binomio concluyó 10.º puesto por equipos y 40.º en la clasificación individual. Desgraciadamente, la retirada competitiva vino seguida, pocos meses después, de la muerte del caballo en noviembre de 2006 al no superar una operación derivada de un cólico, acontecimiento que produjo en nuestro biografiado una gran tristeza.

Sin monta de garantías, el andaluz estuvo ausente de su primer gran campeonato desde 1999, el Europeo de Turín 2007, donde además el equipo español, décimo, no logró la clasificación para Pekín 2008, de forma que la posibilidad de que Jiménez Cobo estuviese en unos terceros Juegos Olímpicos se disipó.

Para entonces, el de Castro del Río, Premio Andalucía de los Deportes en 2004, ya había comenzado a trabajar con varios caballos para volver a la alta competición, en especial Piconero IV y Raio. Con el primero, asistió con el combinado nacional al Campeonato de Europa de Windsor 2009 (48.º individual y 7.º por equipos). Con el segundo caballo ha frecuentado diferentes concursos internacionales hasta 2013, habiendo montado también a Kamai 1 y Naomy de 2012 a 2014.

Desde 2015, efectuó sus participaciones internacionales a lomos de Elevado y Sunny Boy, caballos con los que estuvo de enero a abril de 2016 en Wellington (Florida) para realizar la preparación invernal. Precisamente con el segundo animal, logró en febrero una brillante victoria durante la estancia americana.

En los últimos años, Juan Antonio ha vuelto al primer plano competitivo con el equino Euclides Mor, con el que acudió al Europeo de Róterdam 2019, que acabó 32.º, y al CDIO 5 estrellas de Aquisgrán 2019, donde el equipo español firmó la 7.ª plaza. Asimismo tuvo notables actuaciones en concursos relevantes como los de Lyon (12.º tanto en 2018 como en 2019), Madrid (8.º en 2018 y 10º en 2019) y Budapest (11.º en 2019). De igual modo, fue medalla de bronce en el Campeonato de España de 2019, en Segovia.

Junto a la competición, en la que se mantiene en estatus de activo, y en todos estos años, Juan Antonio Jiménez ha dedicado muchas horas a sus otras dos grandes pasiones: el adiestramiento de caballos y la enseñanza de jóvenes jinetes: “Disfruto más enseñando que montando… casi”. Muchos han sido los potros, propios y ajenos, que ha domado desde temprana edad hasta conseguir el más alto nivel y muchos –aunque su escasez de tiempo le obliga a restringir el cupo de alumnos– los aprendices a los que ha alumbrado con su experiencia y didáctica, tales como Pedro González, Laura Reija, Pablo Raya, Judith Saques, Federico Molina, Ernesto Martínez, Danae Lara, Alejandro Martínez, Raúl Pereda, Silvia Enamorado y los hermanos Parga, Paloma e Ignacio, entre otros. Fundamentalmente en su escuela madrileña, aunque también ha tenido grupos de trabajo en Canarias y, desde 2013, en México. Por lo demás, el cordobés es padre de una hija llamada Rocío.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 25 de noviembre de 2020