Fernando López del Hierro y Marín

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

Fernando López del Hierro y Marín

Fernando López del Hierro y Marín

25.09.1908

Granada

1
Juegos OlímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1952 Helsinki (Finlandia)Hípica_CompletoMasculinaIndividual
Puesto 34
1952 Helsinki (Finlandia)Hípica_CompletoMasculinaEquipo
No terminó


Biografía de Fernando López del Hierro y Marín

Nacido el 25 de septiembre de 1908 en Granada, desde pequeño y gracias a la cuadra de caballos anglo-árabes que poseían sus padres, Eduardo y María del Mar, su afición al caballo, a la monta, fue una constante en su vida, llegando a convertirse en un jinete estilista, de corte clásico, referente de toda una época de la hípica española.

Menor de cuatro hermanos –Eduardo, Matilde y Andrés se llamaban los mayores–, la pasión y devoción por el mundo ecuestre y la vocación militar fueron lo que le llevó a ingresar en 1925, sin haber cumplido los 17 años, en la Academia de Caballería de Valladolid. En dicho centro fue un alumno destacado, especialmente en la asignatura de equitación, en la que tuvo como profesor al Marqués de los Trujillos, campeón olímpico de saltos en 1928.

En la entidad castrense permaneció hasta 1930, año en el que se licenció con el grado de teniente de Caballería y fue destinado a Madrid, ciudad en la que se instalaría definitivamente y donde se incorporó a la Escuela de Equitación Militar con el objetivo unívoco de graduarse como profesor. Si no lo lograba, tenía la firme resolución de marcharse al arma de Aviación. No fue así y nuestro protagonista aprobó los dos cursos preceptivos que le otorgaron el título de profesor de dicha escuela. Paralelamente y debido a su gran deseo por conocer y sentir las actividades deportivas, el granadino estudió y se graduó como docente en la Escuela Central de Gimnasia del Ejército.

Compatibilizando el ejercicio de profesor de equitación y el desempeño por destino en el Depósito Central de Remonta en Madrid, el 20 de octubre de 1933 contrajo matrimonio con María Teresa Romá, fruto de cuya unión nacerían nueve hijos: Mayte, María del Mar, Fernando, Enrique, Eduardo, Blanca, José María, Cristina y María.

Prosiguiendo con su vida profesional militar, Fernando López del Hierro fue ascendido a capitán durante la Guerra Civil Española y en 1943, como comandante de Caballería, integró la División Azul enviada a Rusia durante la II Guerra Mundial, permaneciendo fuera de España de agosto a diciembre y por cuyo servicio recibió la Cruz de Hierro de 2.ª Clase y la Cruz de Guerra, distinciones que unió a la Cruz al Mérito Militar de 1.ª Clase que ya poseía.

Posteriormente, fue comisionado a la Dirección General de Industria y Material del Ministerio del Ejército y en 1955 le fue otorgada, por fin, la plaza de profesor en la Escuela de Aplicación de Caballería y Equitación del Ejército, donde ejercería durante dieciocho años, habiendo sido ascendido a teniente coronel en 1957. En 1973 se retiró y al año siguiente le fue concedido el ascenso a general de brigada de Caballería con carácter honorífico.

Desde el punto de vista deportivo, la trayectoria de Fernando López del Hierro comenzó a finales de los años 30 cuando, cursando en la Escuela de Equitación Militar, comenzó a medir sus nuevas habilidades en la monta –y todo aquel aprendizaje que había adquirido siendo niño en Granada– en competiciones estatales, siendo la primera referencia que hemos encontrado la participación en el Concurso Hípico Internacional (CHI) de Vigo y la 7.ª posición en la Copa del Rey de 1929, a lomos de Retama. Posteriormente, en febrero de 1931, ganó una prueba de saltos en Madrid de nuevo con Retama y, al año siguiente, también en Madrid, concluyó 13.º, con Ablegat, una prueba nacional de doma.

Conviene reseñar que por entonces los jinetes militares gozaban de una preparación polifacética, alejada de la especialización que hoy día impera en el deporte de la hípica, por lo que, sin perjuicio de las predilecciones personales, poseían aptitudes para la doma, el salto y el campo a través. En tal caso se hallaba nuestro biografiado, que alternaría con éxito la práctica de las tres especialidades, así como el polo y las carreras de caballos, a lo largo de las distintas temporadas de su vida deportiva, las cuales se desarrollaron fundamentalmente en España, Europa y norte de África, aunque todo ello a partir de que se alcanzase cierta normalidad en el país tras el término de la Guerra Civil.

Fue, por tanto, a principios de los años 40 cuando se reactivó la competición hípica en España y Fernando fue uno de los jinetes que, sobre todo en saltos, destacó en aquel despertar deportivo tras la catastrófica contienda. Al hilo de estos acontecimientos, el 2 de junio de 1942 se reabrió el granadino Hipódromo de Armilla y, dentro de los concursos hípicos programados para la ocasión, el capitán Fernando López del Hierro ganó la prueba inaugural, la Copa de la Real Maestranza, con el caballo Nebly y ante cuarenta rivales. El trofeo le fue entregado por la Infanta de Borbón y Orleans, que asistió a la reunión inaugural.

En días posteriores, el andaluz participó ante sus paisanos en la Prueba Nacional, la Copa Luis Villanova, la Copa Granada y la Copa Despedida, en las que siempre obtuvo podio junto con el teniente coronel Héctor Vázquez, el capitán Marcelino Gavilán y el capitán Calderón. Además, en el intermedio de estas pruebas, López del Hierro realizó una maravillosa exhibición –como cuentan las crónicas– con caballos de alta escuela de doma.

La participación en Armilla no fue circunstancial, ya que Fernando regresó en 1943 –de nuevo apuntándose varios podios– y 1944, año en el que venció la Copa Luis Villanova y, otra vez, la Copa de la Real Maestranza, después de una competición reñidísima con el teniente coronel Héctor Vázquez y el comandante Moreno Guerrero.

En ambos casos, nuestro biografiado lo hizo montando a Nebly, un magnífico caballo con el que obtuvo otros importantes triunfos, tales fueron los casos de una Copa del Generalísimo y los grandes premios del Concurso Hípico Internacional Oficial (CHIO) de Barcelona –el actual CSIO– de 1942 y 1944, o con el que acudió en 1945 al Concurso Hípico Internacional de Lisboa (Portugal), formando parte por primera vez del equipo nacional.

Tras Nebly, López del Hierro montó a Bizarro, también propiedad del Ejército y con el que creó una alianza más que satisfactoria –venció en numerosos premios– pero demasiado corta, ya que antes de los primeros Juegos de la posguerra las autoridades deportivo-militares lo reasignaron a Jaime García Cruz con vistas a la participación en Londres 1948. Así, mientras el conjunto nacional de saltos ganaba la medalla de plata en la capital londinense, nuestro granadino se quedaba sin caballo ganador y sin Olimpiadas.

Empero, otro equino vendría a proporcionar mayor deleite al militar granadino desde finales de los años 40, hasta el punto de alcanzar una afinidad perfecta entre hombre y animal y, sin duda, los mejores años en la carrera deportiva de Fernando López del Hierro. Fue el caso de Amado Mío, un temperamental anglo-árabe francés que adquirió en propiedad para evitar posibles nuevos “sustos” y cuya historia se relata en el apartado Recuerdos de 341 Historias de Grandeza.

A lomos de Amado Mío, el andaluz logró la mayoría de sus éxitos en la disciplina de saltos. Triunfos como el CHI de Pau (Francia) en marzo de 1950 –sin faltas, logrando también la victoria con el equipo español en la suma de pruebas–, el CHI de Madrid o los concursos nacionales de San Sebastián, Valencia, Bilbao, Granada, Sevilla, Badajoz o Cáceres. Asimismo, como miembro del equipo nacional, ganó la Copa de Oro de la Península y obtuvo el primer puesto en las copas de las naciones de los concursos de Argel, Lisboa y, sobre todo, Aquisgrán en julio de 1953.

En 1951, amén de otras victorias en eventos nacionales, viajó al Concurso Internacional de Roma y, durante una exhibición, saltó 2,10 metros de altura. Pero si de marcas hemos de hablar, ese año brilló con luz propia el récord del mundo de salto de longitud a caballo que batió el 1 de julio durante el Concurso Internacional de Barcelona, llegando con Amado Mío a la distancia de 8,30 metros –en aquellos momentos el récord del mundo de longitud atlética lo poseía Jesse Owens, con 8,13 metros–, superando la anterior plusmarca en poder de otro andaluz, el jiennense y también militar Joaquín Nogueras, con Balcamo, que previamente había fracasado en su intento de alargar su marca de 8,20. El récord de López del Hierro, logrado al tercer intento y sin haberse preparado para ello –pidió permiso para participar en el desafío de Nogueras– permaneció intacto durante 24 años, hasta que el 26 de abril de 1975 lo “derribó” el sudafricano André Ferreira con un salto de 8,40 metros en Johannesburgo.

En tales circunstancias se llegó al año olímpico de 1952, en el que la participación española en los Juegos de Helsinki fue motivo de discrepancia en el seno de las autoridades deportivas y políticas de nuestro país, hasta el punto de que el Consejo de Ministros tuvo que autorizar la asistencia, aunque con unas condiciones fijadas de antemano: “Solo aquellos que pudieran representar dignamente al deporte español”.

Entre estos elegidos, gracias al nivel demostrado en la alta competición, figuró Fernando López del Hierro, quien llegó a la capital finlandesa –luego de diez días de entrenamiento y concentración en Estocolmo– junto al teniente coronel Joaquín Nogueras Márquez y al capitán de caballería Beltrán Alfonso Osorio y Díez de Rivera, duque de Alburquerque, para participar en la prueba más exigente del torneo hípico: el concurso completo.

En la clasificación individual y después de cuatro días competición –del 30 de julio al 2 de agosto-, el andaluz y Amado Mío terminaron en 34.º lugar, con una penalización de 478,33 puntos, a 450,00 del campeón olímpico, el sueco Von Blixen-Finecke, habiendo obtenido la 59.ª posición en doma (190,33), la 35.ª en campo a través (268,00) y la 24.ª en saltos (20,00). Lograron terminar la prueba 34 binomios y abandonaron 25, siendo el mejor español Beltrán Osorio (12.º).

La eliminación del jiennense Nogueras y Blasón en el tramo de cross, por exceso de tiempo, impidió que España consiguiese clasificación en la prueba por equipos, en la que solo concluyeron 6 de los 19 combinados participantes.

Tras la experiencia olímpica, nuestro protagonista continuó con la práctica ecuestre, disfrutando de su pasión y de su caballo Amado Mío, un binomio que estuvo presente, entre otros acontecimientos internacionales, en la primera edición del Campeonato del Mundo de Saltos, París 1953 –el español Francisco Goyoaga se proclamó campeón mundial y López del Hierro venció en la segunda prueba calificativa–, el Gran Premio de París de 1954, la Copa de las Naciones de Niza 1955, el Concurso Internacional de Hamburgo 1958 y el Concurso Hípico Internacional de Ginebra 1959 (8.º clasificado).

Tras una década de esplendor, la edad de Amado Mío obligó a su retirada de la competición en octubre de 1961, ofreciendo una última muestra de su nobleza en una exhibición en el Club de Campo de Madrid. Por entonces, el jinete granadino ya había iniciado la monta de otro ejemplar, Hurluberlu, con el que en 1960 se alzó con la medalla de plata en la Copa Barcelona, dentro del Concurso Hípico Internacional de la Ciudad Condal.

En la década de los 60, López del Hierro centró su actividad competitiva en el calendario nacional –Pineda, Las Mestas, Barcelona, Córdoba, etc.–, superando los 60 años de edad en una espléndida forma física. Una longevidad y una pasión por la equitación digna de todos los elogios y que le llevó a estar compitiendo hasta 1987, cuando se retiró de la actividad hípica a la edad de 79 años. Previamente, en 1951 había recibido el Premio Nacional del Deporte Copa Barón de Güel y en mayo de 1976 le había sido concedida la Medalla de Oro al Mérito Deportivo por haber poseído el récord del mundo de salto de longitud en hípica durante 24 años. En 2000 fue distinguido con un Premio Andalucía de los Deportes.

A su retirada, siguió viviendo en Madrid, disfrutando de sus recuerdos y familiares hasta el 3 de junio de 2006, cuando nuestro admirado jinete falleció a la edad de 97 años. Días más tarde, sus restos fueron enterrados en su ciudad natal de Granada. En su recuerdo, el Hipódromo de La Zarzuela de Madrid celebra el Premio Memorial Fernando López del Hierro y Marín.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 24 de noviembre de 2020