Antonio Rodríguez Sales

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

Antonio Rodríguez Sales
Málaga

Antonio Rodríguez Sales

13.10.1936

Málaga

1
Juegos OlímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1968 Ciudad de México (México)VelaMixta-
-


Biografía de Antonio Rodríguez Sales

La clase flying dutchman ha estado presente en el programa deportivo de los Juegos Olímpicos durante nueve certámenes, en los cuales la vela española ha obtenido dos medallas de oro, la última de ellas en la despedida olímpica de este balandro acaecida en 1992. Considerada una de las divisiones soberanas de la vela ligera, por su exigencia, velocidad y elegancia del barco, fue a raíz de su introducción en la Olimpiada de Roma 1960 cuando se despertó el interés por esta clase en España, siendo dos tripulaciones andaluzas las que rivalizaron en los años 60 por alcanzar la supremacía nacional. Adscritas ambas al Real Club Mediterráneo de Málaga, la formada por Gonzalo Fernández de Córdova y Félix Gancedo logró representar a España en México 1968, mientras que la restante viajó igualmente a Acapulco como reserva oficial en reconocimiento a su victoria, un año antes y contra todo pronóstico, en la Regata Preolímpica. Aquel binomio, autor de este éxito sin precedentes, lo integraban el patrón Pedro Casado y el tripulante Antonio Rodríguez Sales.

Nacido el 13 de octubre 1936 en Málaga capital en el seno de una familia numerosa –fue el cuarto hijo tras Eugenio, Rafael y Francisco y llegarían a ser siete hermanos– y humilde, Antonio Rodríguez podría definirse como un hombre hecho a sí mismo, que supo afrontar las dificultades de la vida con esfuerzo, entrega y perseverancia, sin renunciar a su carácter amigable y alegre, hasta alcanzar el éxito deportivo y profesional.

La prematura muerte de su padre Eugenio, pescador, obligó a todos los hermanos a aportar para ayudar a la cabeza de familia, María, en el cometido de sacar adelante la familia. Así, nuestro protagonista entró a trabajar con 16 años en los Almacenes Félix Sáenz de la capital y, con el paso de los años, escaló puestos en esta señera empresa malagueña hasta convertirse en director comercial.

Persona de una complexión robusta y muy alta para la época –superó el metro y noventa centímetros de altura y los 95 kilos de peso–, Antonio fue un verdadero dotado para el deporte, aptitud que evidenció desde sus primeros años, en los cuales se prodigó en el fútbol con brillantez, destacando como defensa central en equipos de categoría regional. No obstante, a consecuencia de una patada que recibió durante un partido, que a punto estuvo de hacerle perder un ojo, sus padres le prohibieron seguir en el balompié y Antonio focalizó su potencial en las carreras y lanzamientos atléticos (peso y disco).

El paso de dos años por el servicio militar, que llevó a cabo en la Marina en Cádiz, potenció sin duda su vocación deportiva. Participó con éxito en los campeonatos de atletismo del cuerpo en Ferrol, fue cabo instructor e ingresó en el equipo de comandos, siendo hombre rana y llevando a cabo operaciones submarinas en la entonces llamada África Occidental Española.

Tras su licenciamiento y habiendo dejado amigos y afectos en la mili, nuestro biografiado regresó a Málaga con 19 años y comenzó a practicar remo en el Real Club Mediterráneo bajo la supervisión técnica de Alfonso Queipo de Llano, persona fundamental en la trayectoria deportiva y personal de Antonio. Eso sí, la nueva actividad debió ser compatibilizada con el más que necesario trabajo en Félix Sáenz. Como recuerda su hermano inmediatamente menor, Manuel, actual capitán del equipo de remo del club, “entrenaba y trabajaba a la vez. Entre turno y turno venía corriendo, comía de pie y volvía a salir. A veces, por los horarios laborales, entrenábamos a las once de la noche incluso sin timonel y con una lucecita en la proa para ver y hacernos ver, sesión que terminábamos llegando a casa a la una de la madrugada”.

Esta entrega y su talento natural para bogar motivarían la llamada de la federación española para unas pruebas de selección preolímpica que se llevaron a cabo en Madrid en el Gimnasio Moscardó y en la Casa de Campo y que reunieron a unos quinientos remeros de toda España, entre ellos los “mediterráneos” hermanos Rodríguez Sales, Félix Gancedo y Juan Miguel Ferrer. Al cabo de los días, Antonio salió airoso del selectivo, ganándose su puesto en el cuatro con timonel nacional, con el que compitió en algunas pruebas internacionales.

En el ámbito del club, la pujanza de Antonio y la del también entusiasta Gancedo motivaron que Queipo de Llano convenciese a los dirigentes de la entidad para que adquiriesen una yola –la Bolgani, construida en Saetia, en Barcelona– con el compromiso de ganar el primer título nacional del Mediterráneo en cualquiera de sus secciones.

Dicho y hecho. En 1961, en el Guadalquivir a su paso por Sevilla, Gancedo y Rodríguez, con Ángel Nieto de timonel y Queipo de Llano de entrenador, vencieron y apabullaron –ganaron por 28 segundos– en la regata de dos con timonel del Campeonato de España de Yolas y llevaron a Málaga la primera copa nacional. Este éxito, junto al conseguido al año siguiente en el Campeonato de España de Remo Olímpico celebrado en Bañolas (Gerona) –medalla de bronce (primera) en cuatro con timonel a cargo de Manzanares, Sánchez Pastor, Benavente, Ales y Sanz– promovió en el seno del Mediterráneo el proyecto de dotar de mayores recursos a la sección de remo para la compra de barcos e incluso de formar un dos con timonel de garantías con perspectivas a la clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio 1964. Finalmente, cuestiones económicas disuadieron de ello y el remo quedó aletargado durante años en el club malagueño.

En tales circunstancias, Antonio Rodríguez Sales optó por pasarse a la vela, modalidad en la que por entonces el patrón Pedro Casado Bolín, en compañía del tripulante Miguel Parra Campos, acababa de dar a España y al club la medalla de oro de la clase snipe en los Juegos Mediterráneos de Nápoles 1963, un formidable éxito habida cuenta la dimensión que por entonces poseía el acontecimiento mediterráneo para el deporte patrio.

Este triunfo incitó a las autoridades deportivas nacionales a ofrecer a Pedro Casado que saltase a un tipo de barco olímpico con vistas a preparar unas Olimpiadas, cosa que el patrón malagueño llevó a cabo con seriedad a partir de 1965, con todo el ciclo olímpico por delante, decidiéndose por el flying dutchman y eligiendo como proel a Antonio Rodríguez, cuyo peso y capacidad física encajaban perfectamente con las exigencias de un barco tan técnico y de gran velamen como el “holandés errante”.

Aquel matrimonio deportivo formado por Casado y Rodríguez puso su primera pica en Flandes durante el Campeonato de España de flying dutchman de 1966, en Barcelona, al alzarse con la medalla de oro, siendo esta competición de doble importancia ya que las seis primeras embarcaciones pasaron a engrosar automáticamente la selección española de la clase y a integrarse en el plan de preparación olímpica, que contemplaba la asistencia a diversas competiciones internacionales y nacionales –catorce en dos años– para decidir el barco que representaría a España en las regatas de México 1968. Dicho honor correspondería al patrón que más puntos obtuviese en el conjunto de las pruebas selectivas.

En este camino, hay que reseñar que el Campeonato de Europa de 1966, en Horten (Noruega), fue nefasto para Casado y Rodríguez, ya que concluyeron en última posición, así como el Nacional de 1967 en Palamós, donde el patrón Gonzalo Fernández de Córdova afianzó su ventaja con un triunfo absoluto en el que contó como “socio” no con su habitual acompañante, Gancedo, sino con el propio Antonio Rodríguez –segundo entorchado nacional–, dado que Pedro Casado no pudo acudir. Para mayor abundamiento, en el Campeonato del Mundo de 1967, en Montreal (Canadá), Fernández de Córdova fue otra vez mejor que el otro español presente, Casado, quien, con Pedro Arribere de tripulante, fue de más (11.º en la primera regata) a menos.

Sin embargo, todo este paisaje mudó drásticamente cuando el 21 de octubre de 1967, luego de cinco regatas sin descartes, Pedro Casado y Antonio Rodríguez, a bordo del Rocío VII, se adjudicaron la medalla de oro de su clase en la III Semana Preolímpica de México –una especie de encuentro polideportivo preparatorio para los Juegos– ante 32 rivales y frente a los mejores especialistas del mundo, entre ellos los vigentes campeones olímpico y mundial, el neozelandés Elmer Pedersen y el inglés John Oakeley, respectivamente. Además, era la primera vez que un barco español ganaba una regata preolímpica, lo que acrecentó el eco social del triunfo y disparó las opciones de los malagueños –Fernández de Córdova había concluido 13.º–, máxime cuando la victoria de Casado y Rodríguez se había efectuado sobre el mismo recorrido que se emplearía en los Juegos Olímpicos, en las aguas del Club de Yates de Acapulco. Tras la excepcional victoria, el presidente del Comité de Preparación Olímpica de la Federación Española de Vela dijo: “La rivalidad entre Casado y el duque de Arión se dirimirá en las regatas internacionales venideras”.

Sucediese lo que sucediese, la repercusión de la medalla de oro de Casado y Rodríguez en Acapulco fue abrumadora en los círculos deportivos del país y ambos, patrón–que calificó de “extraordinaria” la labor de su proel– y tripulante, recibieron del Ministerio de Marina la Cruz del Mérito Naval de primera clase, con distintivo blanco.

Con la vitola de favoritos, los triunfantes malagueños inauguraron el decisivo año de 1968 imponiéndose a placer en la prueba de preselección mantenida en el mes de enero en Málaga dentro de la Regata de Invierno, si bien la tripulación andaluza estaba exenta de esta ronda clasificatoria. Todo parecía bien encaminado, si bien a lo largo del calendario posterior Fernández de Córdova y Gancedo fueron escalando posiciones hasta situarse líderes provisionales de la particular “carrera olímpica” luego de la disputa de la Semana de Kiel, afrontando el determinante Campeonato de España, en Arenys de Mar (Barcelona) –del 4 al 10 de agosto–, con diez puntos de ventaja sobre Casado y Rodríguez.

En el certamen nacional, tal liderato se ratificó merced a la excelente prestación de Gonzalo Fernández de Córdova y Félix Gancedo sobre las siete regatas programadas, con triunfo en las cinco últimas, un segundo puesto en la inauguración y la aplicación del descarte en la segunda manga, en la que fueron descalificados por no completar el recorrido oficial. Idéntica circunstancia sufrieron Casado y Rodríguez, quienes en el campeonato cosecharon una 2.ª posición, una 3.ª y cuatro 4.º puestos, lo que les condujo al 4.º puesto final y la medalla de bronce nacional –en el torneo, de carácter open, participaron tres balandros suizos y uno sueco– por detrás del duque de Arión y Rafael Iturrioz, si bien en su caso acaecieron algunas serias discrepancias con la decisión de los jueces.

Tres días después de la conclusión del Nacional, la federación española, sin necesidad de disputar la última selectiva y con el consenso de los patrones aspirantes, Casado e Iturrioz, dio a conocer que los representantes españoles en los Juegos Olímpicos serían Fernández de Córdova y Gancedo. Una noticia que decepcionó a los campeones de la regata preolímpica, pero por cuyo mérito fueron incluidos en la expedición española de diez navegantes que el 20 de septiembre viajó desde Madrid a Ciudad de México y el día 21 llegó a Acapulco, en calidad de “suplentes para todas las categorías” en las que se compitió: finn, star, flying dutchman y dragón, esto es, en cuatro de las cinco clases olímpicas. Finalmente, la ausencia de incidentes en las tripulaciones titulares impidió que nuestros protagonistas debutasen en las Olimpiadas.

Tras los Juegos, Pedro y Antonio continuaron compitiendo algún tiempo juntos y, entre otros logros, se impusieron en 1969 y a bordo del Rocío VIII en la Regata de Invierno –actual Trofeo SM el Rey–, competición para snipe que organiza cada año el RC Mediterráneo en Málaga.

Posteriormente, Antonio Rodríguez comenzó a tener problemas de salud, algo que resultó insólito en una persona con su fortaleza. Contrajo un problema cardiovascular que fue la causa de su alejamiento paulatino del deporte y el origen de su prematuro fallecimiento, el 6 de octubre de 1993, a punto de cumplir los 57 años.

Persona reconocida y muy querida en el Real Club Mediterráneo de Málaga, su memoria sigue viva entre los que le conocieron y también en los que no tuvieron ese placer al llevar el Trofeo Presidente de Remo, que anualmente celebra la entidad malagueña desde 2002, el sobrenombre de Memorial Antonio Rodríguez.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 14 de diciembre de 2020