Antonio Fernández Ortiz

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

Antonio Fernández Ortiz
Almería

Antonio Fernández Ortiz

14.05.1948

Abla (Almería)

1
Juegos OlímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1972 Múnich (Alemania Federal)AtletismoMasculina800 m
Descalificado


Biografía de Antonio Fernández Ortiz

Antonio Fernández, el segundo de los tres hijos –Juan vino antes, Ana después– que tuvieron sus padres, Antonio y Narcisa, nació el 14 de mayo de 1948 en Abla, en el interior de Almería, provincia y localidad de gran ambiente atlético que le dieron a nuestro protagonista el temprano aliento para estimular esas dotes para la carrera que atesoraba. Por no hablar del profesor José Pérez, amante del senderismo y de otras actividades físicas y que inculcó a su alumnado de primaria, entre ellos Antonio, el amor por la práctica deportiva como hábito saludable de vida.

Otro profesor, el Sr. Vázquez, de Educación Física, instigó las ganas de Antonio por el deporte en el marco del Colegio Diocesano de Almería, donde él llevó a cabo el bachiller. Así, aprendiendo las primeras técnicas de balonmano y fútbol, Antonio, como todos los chicos, se divertía, jugaba y disfrutaba de la práctica deportiva, creando una disposición natural para lo que habría de llegar.

Pero, al margen de estos profesores, tendría un peso decisivo su hermano Juan, quien a principios de 1966 le llevó a competir a un cross escolar, en el que ganó la copa al primer novato. Esta circunstancia provocó su selección por parte de la Federación Almeriense de Atletismo para competir en Madrid en el Trofeo Elola Olaso para escolares de ese año. Lo menos importante fue el resultado logrado –un discretísimo 168.º lugar. Lo trascendental de aquella participación fue que Antonio, entusiasmado con la experiencia, decidió emprender el compromiso con el atletismo.

De inmediato se puso en Almería en manos de otra figura clave en el devenir de Antonio Fernández como fue su gran maestro Emilio Campra Bonillo, ex atleta y entrenador almeriense. Bajo su dirección técnica, nuestro protagonista empezó a entrenarse en la pista del Estadio de la Juventud –hoy Estadio Emilio Campra– y fichó por el Club Hispania de Almería, con cuyos colores debutaría en competiciones provinciales y regionales, significando su primera aparición en el ranking nacional absoluto (1966) en las pruebas de 800 y 1.500 metros.

En la campaña siguiente (1967), Antonio, con 19 años, se aupó al 20.º puesto en 800 metros en la tabla nacional y ello supuso la llamada –a finales de año– de la Real Federación Española de Atletismo para incluirlo en el grupo de entrenamiento que vivía en la Residencia Joaquín Blume de Madrid. Aceptada la oferta –en aquella España, esta llamada más que nunca representaba una oportunidad vital–, Antonio dio el paso que ha determinado el resto de su vida, pues ya nunca ha dejado la provincia de Madrid.

En la capital, quedó bajo el paraguas del Club Vallermoso OJE y a las órdenes de José Manuel Ballesteros, entrenador que lo significó todo para el andaluz y con el que explotó todas sus posibilidades atléticas. Empero, a los escasos meses de estar en Madrid, Antonio enfermó de tuberculosis y ello le obligó a ingresar durante un año completo en un sanatorio de la sierra madrileña, con la consiguiente pérdida de la toda la temporada atlética de 1968.

Además, una vez recuperado –aunque sin poder entrenar– y a su regreso, se encontró con la desagradable sorpresa de que la federación nacional y el Consejo Superior de Deportes, a pesar de los informes positivos de José María Casero Picurio –director de la residencia– y de su entrenador, Ballesteros, le habían retirado la beca. Momento crítico –debe buscarse una pensión en Madrid– que logró sobrellevar y superar gracias a las inestimables intervenciones del entrenador sevillano Paco Gil, Picurio –le permitía acceder al comedor de la residencia–, Ballesteros y el capitán Moya, del Ministerio del Ejército –donde nuestro biografiado pretendía ingresar como deportista. Afortunadamente, con el hacer de todos, Antonio entró en el Colegio Mayor Siao-Sin de Madrid y empezó a estudiar en la Universidad, a la par que emprendió los entrenamientos, pese a los consejos en contra de los médicos, y las competiciones –34.º del ranking español del año, con 1:55.7.

Plenamente reactivado para el atletismo en 1970, se presentó ante el mundo del atletismo brillando en las pruebas de 400 metros lisos y 800 metros y dejando atrás todos los problemas descritos. Obtuvo su primera medalla en el Campeonato de España al aire libre –plata en 400 m–, que ese año tuvo lugar en el Estadio de Vallehermoso –su lugar habitual de entrenamiento–, y ello le proporcionó la inclusión en el equipo nacional, con el que debutó el 28 de junio, en París (Francia), en un bilateral España-Francia en el que ganó los 800 m haciendo la mejor marca de ese año en España (1:48.7). Posteriormente, lució la camiseta nacional en la Copa de Europa –3.º en 800 m– y en la Universiada de Verano, llevada a cabo en septiembre en Turín (Italia) –4.º en 800 m.

Hombre puntero del mediofondo nacional, en la temporada invernal de 1971 su calidad y la fortuna le llevaron al apogeo de su carrera deportiva. Inscrito en el Mitin Internacional de Madrid en pista cubierta –celebrado el 30 de enero de 1971– en la prueba de 800 metros, una baja a última hora en la inusual prueba de 500 metros le colocó en la escena de todos los focos pues en aquella carrera, en medio de una gran expectación y ambiente, se iba a intentar batir el récord de Europa. Nuestro protagonista, como recuerda, salió primero y, para sorpresa de todos los asistentes, llegó también primero con un registro (1:04.1) que mejoraba el tope continental.

Tal hazaña fue recogida por la prensa deportiva de la época que relató con titulares como «Un atleta desahuciado por los médicos del Consejo Superior de Deportes que hace récord de Europa». Aquel récord no le duró mucho –se mejoró apenas unas semanas después–, pero tuvo un eco importante y le abrió de nuevo las puertas de la Blume, aunque nuestro amigo Antonio decidió continuar en el colegio mayor.

El comienzo –atronador, como la ovación que recibió del público del Palacio de los Deportes– de esa temporada de 1971 tuvo una rutilante continuidad con actuaciones –siempre en 800 m– tales como la 6.ª posición en el Campeonato de Europa absoluto en pista cubierta, en Sofía (Bulgaria), el 14 de marzo; el triunfo en la segunda edición de la Westathletic, en Bruselas (Bélgica); la participación –llegó a semifinales– en el Europeo absoluto al aire libre, en Helsinki (Finlandia); la 8.ª posición en los Juegos Mediterráneos, en Esmirna (Turquía); y los triunfos en el Campeonato de España Universitario –este en 400 m– y en la II Reunión Mundial Universitaria de Atletismo, celebrada los días 11 y 12 de septiembre en el Estadio de Vallehermoso.

El año 1972 no fue a la zaga del anterior. En sala, rebajó el récord nacional de 800 m (1:50.4) el 19 de febrero en Cosford (Inglaterra), durante el bilateral España-Reino Unido –aunque perdió el récord veinte días después–, quedó 4.º en el Campeonato de España en Madrid, pero en 400 m, y participó en el Europeo de Grenoble (Francia) –eliminado en series. Al aire libre, el 8 de julio se proclamó campeón nacional de 800 m en Vallehermoso, con plusmarca española incluida (1:46.8) –su mejor tiempo de siempre y que duraría hasta el 10 de julio de 1976. Al mes siguiente (18 de agosto), se hizo con otro récord de España, el de 1.000 m (2:20.2), también en Vallehermoso –permaneció hasta el 1 de julio de 1980.

Con la mínima olímpica cumplida en su triunfal carrera en el Nacional, el almeriense Antonio Fernández, con 24 años, acudió a los Juegos de Múnich 1972 y debutó en la pista del Estadio Olímpico el 31 de agosto en la quinta serie de primera ronda de los 800 metros, con el infortunio de ser descalificado al salirse de su calle antes de lo permitido. Dos días más tarde, el americano David Wottle ganaría el oro.

La temporada de 1972 fue la última que Antonio Fernández dedicó plenamente al atletismo. En octubre se incorporó al mundo laboral como maestro de enseñanza primaria en el madrileño Colegio Valdeluz y el 4 de noviembre contrajo matrimonio con Rosario en Madrid. Desde ese momento, esposa y trabajo ocuparon la mayor parte de su tiempo y los entrenamientos atléticos quedaron disminuidos en horario, aunque no en calidad, como demuestra el nivel de resultados logrados.

En 1973, se proclamó campeón nacional de 800 m en pista cubierta (1:50.7), en Madrid y el 10 de marzo recuperó el récord nacional de la distancia, corriendo en 1:49.83 las eliminatorias del Campeonato de Europa en pista cubierta, en Róterdam (Holanda), en cuya final acabó en 6.ª posición (1:50.79). La plusmarca duró hasta el 12 de marzo de 1977, cuando Antonio Páez la rebajó (1:48.8) en San Sebastián.

El año posterior (1974), siempre en 800 metros, fue medalla de bronce en los Nacionales de sala (1:53.9), en Madrid, y de oro (1:48.6) en la versión al aire libre, en Vallehermoso. Internacionalmente, participó en el Campeonato de Europa en pista cubierta –eliminado en las series– y volvió a imponerse (1:49.1) en la Westathletic, cuya tercera edición tuvo lugar en Aarhus (Dinamarca).

Aunque desde 1971 siempre había compatibilizado actuaciones en 400, 800 y 1.500 metros, en 1975 se centró en la distancia mayor, terminando el año como número 1 del ranking nacional (3:42.7) y obteniendo resultados tan destacados como la medalla de bronce (3:55.61) en el Campeonato de España en sala, en Madrid; la de plata (3:46.1) en el Nacional al aire libre, en San Sebastián; la 6.ª plaza en los Juegos Mediterráneos de Argel; y el triunfo en la primera edición de la Copa Latina –reservada a países latinos de Europa y América–, llevada a cabo en el estadio Célio de Barros de Río de Janeiro (Brasil).

En 1976, se alzó con su primera medalla de oro en 1.500, al ganar (3:54.16) en Madrid el Nacional en pista cubierta, mientras que en el certamen al aire libre, en Vallehermoso, fue medalla de plata (3:45.8) por detrás de José Luis González. Previamente, en Zúrich (Suiza), había logrado su mejor registro personal en la distancia, con 3:42.62.

Sin actuaciones relevantes en 1977 –y aún internacional en un cuadrangular–, al término de dicha temporada, con 4 títulos nacionales en su haber –más 3 subcampeonatos y 2 medallas de bronce–, 23 internacionalidades absolutas, 5 récords de España y uno de Europa, Antonio Fernández dejó definitivamente su etapa de corredor para dedicarse en cuerpo y alma a su familia –mujer y dos hijos, Susana y Antonio–, a su profesión de docente –ya como maestro en el Colegio Escolapios de Alcalá de Henares (Madrid)– y al atletismo desde otra faceta, pues se convirtió en entrenador y directivo en dicha localidad, donde impulsó decididamente esta modalidad deportiva.

Ya en 1975 había fundado el Club Ajalkalá y en 1976 instauró la prueba popular Legua Cervantina. A partir de su retirada, se hizo responsable de la escuela de atletismo municipal y organizador del mitin Nocturna Internacional de Alcalá de Henares. Toda una vida entregada a este deporte y a la educación que en 1996 fue reconocida por parte de Unicef con una mención por su labor dentro del deporte escolar.

Actualmente, jubilado desde 2012, continúa viviendo en Alcalá de Henares, aunque no olvida el Sur ni el Sur le olvida. Ese mismo año su pueblo natal, Abla, impuso su nombre al complejo deportivo municipal y previamente había sido incluido entre los «Cien Almerienses del siglo XX» y homenajeado en 2005 con motivo de los XV Juegos Mediterráneos, en Almería.

Siempre que puede baja a su tierra, a la cual, entre estrofas y estrofas y ejercitando su pasión por la poesía, define de la siguiente manera: “Y es allí, en mi sur que duerme, donde despertar quieren mis navajas dormidas, para cortar esos tajos de ansia que me llevan, que me rajan por entre ausencias que gritan / Y es allí donde mis venas de cuajo se abren y de incontenible locura mi sangre chilla con deseo de regar tu grieta abierta de serpiente mordida / Profundo grito de sures / soga de esparto, aprieta / que mis ganas de tenerte / en Castilla se sujetan”.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 3 de noviembre de 2020