Antonio Emilio Delgado Alcalá

DEPORTISTAS OLÍMPICOS Y PARALÍMPICOS ANDALUCES

Antonio Emilio Delgado Alcalá
Cádiz

Antonio Emilio Delgado Alcalá

29.10.1966

Algeciras (Cádiz)

3
Juegos ParalímpicosDeporteCategoríaPrueba
Resultado
1984 Nueva York (EE.UU.) / Stoke Mandeville (GBR)AtletismoMasculina100 m B1
Puesto 15
1984 Nueva York (EE.UU.) / Stoke Mandeville (GBR)AtletismoMasculina400 m B1
Puesto 12
1984 Nueva York (EE.UU.) / Stoke Mandeville (GBR)AtletismoMasculinaSalto de longitud B1
Medalla de bronce
1988 Seúl (Corea del Sur)AtletismoMasculinaSalto de longitud B1
Medalla de plata
1988 Seúl (Corea del Sur)AtletismoMasculinaTriple salto B1
Puesto 6
1992 Barcelona (España)AtletismoMasculinaSalto de longitud B1
Puesto 4
1992 Barcelona (España)AtletismoMasculinaTriple salto B1
Puesto 5


Biografía de Antonio Emilio Delgado Alcalá

Dos medallas en los Juegos Paralímpicos y siete metales en europeos y mundiales constituyen el motivo matemático de que Antonio Delgado sea una de las mayores personalidades deportivas de la ciudad gaditana de Algeciras, donde nació el 29 de octubre de 1966. No obstante, no debemos olvidar el factor humano, las cualidades y bondades de este atleta, formidable saltador de longitud, que le han hecho ser querido y respetado en el entorno del Campo de Gibraltar. El Moro, apodo por el que le conocen cariñosamente, posee, además, una importante significación en el deporte adaptado andaluz, siendo uno de los once deportistas de nuestra tierra en participar en los VII Juegos Paralímpicos, que compartieron en 1984 las ciudades de Stoke Mandeville y Nueva York, en Estados Unidos, adonde viajó sin haber cumplido los 18 años.

Cuarto de cinco hermanos –Manuel, Ernesto y María se llaman los mayores y Enriqueta la pequeña– e hijo de Antonio y María, nuestro protagonista vino al mundo con una deficiencia visual que, pese a las distintas intervenciones quirúrgicas a las que se ha sometido, fue progresivamente empeorando hasta perder totalmente la visión por un glaucoma. Antes, sus problemas en los ojos se habían manifestado con una miopía progresiva a partir de los 15 años, posteriores cataratas, un desprendimiento de retina y finalmente el daño en el nervio óptico.

Por causa de su discapacidad visual, sus padres lo internaron en el Colegio San Luis Gonzaga de Sevilla, perteneciente a la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE), donde permaneció justo hasta su primera participación paralímpica. Allí, estudió y se inició en el deporte y específicamente en el atletismo a partir de los 12 años de la mano del entrenador Florencio Morcillo. Este formador de tantos talentos deportivos con deficiencia visual tuteló la trayectoria del adolescente Antonio, quien fue curtiéndose en las competiciones entre colegios de la ONCE y especializándose en pruebas de velocidad y saltos hasta dar el salto cualitativo en el año 1984.

Esa temporada el algecireño, aún menor de edad, se alzó con el título de campeón de España en salto de longitud en los nacionales celebrados en Granada y fue seleccionado para disputar en el mes de junio las Paralimpiadas de Nueva York, entonces denominadas International Games for the Disabled. Aquella experiencia para un chico de su edad procedente de una España aún muy encerrada en sí misma fue impactante e inolvidable, como lo fue su desempeño en las pistas del Estadio Mitchell, donde obtuvo una excelente medalla de bronce en longitud B1 con un mejor salto de 5,63 metros, a un centímetro del segundo puesto del polaco Stefan Bidzinski y 28 del primero, el canadiense Yvan Bourdeau.

El andaluz también fue de la partida en dos carreras de velocidad, en las que no puedo superar las rondas eliminatorias y acceder a semifinales. En 100 metros se clasificó 15.º (de 31 participantes) con un tiempo de 13.02, por los 11.78 que hizo en la final el campeón, el americano Winford Haynes. Por su parte, en 400 metros, el andaluz acabó con el 12.º mejor tiempo de los 25 participantes en las series (59.38). El mejor fue otra vez Haynes.

Tras la experiencia paralímpica, Antonio dejó Sevilla y regresó a Algeciras. En su ciudad natal, consiguió el Graduado Escolar en un centro de educación para adultos, dio por terminado su periplo formativo y comenzó a trabajar, con 18 años, de vendedor del cupón de la ONCE en su ciudad natal, ocupación que le daba libertad y tiempo para seguir progresando en el ejercicio atlético, donde aún tenía mucho que decir. Entrenando en las pistas del Rosario y asistido por el entrenador Paco Medina y, sobre todo, el técnico de rehabilitación básica de la ONCE José María García del Castillo, más conocido por Pepe Castillo, la mejor versión de Antonio Delgado se ofreció en los siguientes dos ciclos paralímpicos, exclusivamente centrado en los dos saltos horizontales.

En el primero de tales períodos, el campogibraltareño se lució en las dos ediciones del Campeonato de Europa organizado por la IBSA, en 1985 y 1987, en Roma y Moscú, respectivamente, en las que se hizo con la medalla de plata en longitud. También, debutó en el Campeonato del Mundo de Minusválidos que tuvo lugar en 1986 en Gotemburgo (Suecia), donde de nuevo subió al segundo escalón del podio en salto de longitud.

Así las cosas, en los Juegos de Seúl 1988 y siguiendo el hábito de los anteriores concursos, el andaluz volvió a ser subcampeón en longitud B1, logrando su segunda medalla paralímpica con un brinco de 6,01, por los 6,27 realizados por el campeón, el japonés Mineho Ozaki. En triple, sin embargo, el podio se quedó lejos. El triunfo fue para Ozaki (9,01) y Delgado se clasificó 6.º, con 8,45, a 36 centímetros del tercer puesto, que ocupó el español José Manuel Rodríguez.

Camino de Barcelona 92, el Platero, como le empezaron a llamar debido a su colección de medallas de este metal, amplió su colección y en el Campeonato de Europa de 1989, en Zúrich (Suiza), volvió a ocupar por quinta vez consecutiva en grandes eventos el segundo puesto del podio en longitud. Hubo, eso sí, otra plata más, en triple salto en el Campeonato del Mundo de 1990 celebrado en Assen (Holanda), pero no así en longitud. En su prueba predilecta, mejoró y, por fin, se impuso a todos sus rivales, proclamándose campeón universal, título al que en la temporada siguiente (1991) unió el de campeón de Europa, en Caen (Francia).

Para la triple corona “solo” quedaba el oro paralímpico y este se ponía en juego en Barcelona 1992, de modo que el andaluz acudió a la Ciudad Condal con todas las ganas de cumplir ese sueño. Desafortunadamente, el deseo en un bello sueño se quedó. En longitud B1, Antonio saltó hasta los 6 metros y 3 centímetros, que fueron insuficientes incluso para pisar el podio (el bronce se concedió en 6,06). Ozaki, con 6,37, revalidó el título, cosa que no pudo conseguir en triple, donde se impuso el español José Manuel Rodríguez (12,96). El japonés acabó cuarto y Delgado, quinto, con 11,56, a más de un metro de la medalla de bronce.

Terminados los Juegos y después de tantos meses fuera de casa, nuestro biografiado decidió retirarse como atleta de alto nivel a los 26 años y dedicar más tiempo al trabajo, a su esposa Isabel y a sus hijos Lidia y Antonio Emilio. Ya siempre en Algeciras, fue vendedor del cupón hasta 2010, cuando le otorgaron la incapacidad laboral a raíz de una caída sufrida el año anterior.

Actualmente, Antonio Emilio Delgado se dedica fundamentalmente a la familia, la lectura, los paseos y a disfrutar de actividades deportivas de ocio, como la pesca desde embarcación fondeada y el fútbol sala, aunque en uno y otro se ha dejado ver en competiciones. En la primera, ha ganado algún que otro trofeo con su equipo, el Tanaka dos, y ha sido subcampeón andaluz en 2020, mientras que en el balompié para invidentes llegó a ganar en 1992 el Campeonato de España con el Algeciras de la ONCE, en La Coruña.

Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 8 de octubre de 2020